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28 marzo, 2024
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En defensa de la institución

en defensa de la institución

2017 no está siendo un buen año para la imagen de las universidades. Los casos de acoso, plagio o prevaricación están llenando portadas de los principales medios de comunicación actuando de forma directa contra el prestigio de las instituciones que ven manchado su nombre por la falta de respeto de alguno de sus miembros.

En los nombramientos de doctores y cargos universitarios, el protocolo marca el juramento (o promesa) de guardar el honor de la institución. Un honor que está dañado íntegramente por la falta de unos nombres propios que han hecho desmerecer a la institución completa. Es responsabilidad directa de estas personas salvaguardar el buen nombre de su universidad, dejando de lado sus propios intereses si así fuera necesario. Se trata de un juramento hecho cuando se les abrió las puertas de la institución, formar parte de ella conllevaba respetar estar norma y no se ha hecho.

Universidades tan antiguas como la granadina o la hispalense se han visto humilladas por la actuación de unos pocos. Queda la tranquilidad de que, cuando ha hecho falta, se ha salido en defensa de la misma. En el caso de la Hispalense, los asuntos de acoso se controlaron mediante el refuerzo y aplicación de un Protocolo conciso. En el caso de la Universidad de Granada acaba de estallar y tendrá que ser reconducido para que no manche su buen nombre. La de Granada no es una universidad donde se otorguen los aprobados por simpatía y sin trabajo. La UGR es una institución seria, y no debe permitir que se vincule su nombre a un acto de prevaricación llevado a cabo por una única persona. De la misma manera que en Sevilla no se podía acusar a toda la institución de los actos realizados por un único docente.

Llevados fuera de Andalucía nos encontramos con unas acusaciones similares. La Universidad Rey Juan Carlos se vio manchada en su nombre por la actuación de su ex rector, y las elecciones para nombrar un sucesor marcadas por estos hechos. Se vinculan de esta manera toda la institución a una sola actuación, sin tener en cuenta que son miles de personas las que componen la comunidad universitaria y se les señala también cuando se presenta a toda la universidad como responsable o permisiva con estos casos.

Hay que recordar que por encima de todo está la institución, así se jura ante ella cuando se obtiene un cargo, se pronuncia un compromiso a través de un acto de habla en el cual queda registrada la intención del nuevo miembro de guardar el nombre de la institución.

El honor no debe ser marcado como una cualidad de otros tiempos. Cuando se forma parte de una comunidad universitaria se es también representante de la misma, y una mala actuación repercute en todos. Si mostramos con orgullo a los estudiantes Erasmus señalando que son “abanderados” de cada institución ¿por qué no marcamos a los docentes y cargos con la misma responsabilidad? Si no permitimos que un mal gesto de un estudiante manche el buen nombre no permitamos que sí lo haga el de un docente.


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