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Tribuna

Ideología de género: ¿truco o trato?

 Pablo González
 24 octubre, 2013

La inofensiva amenaza con la que dentro de unos días algunos niños de nuestras ciudades y pueblos nos sorprenderán al abrir la puerta es un útil recordatorio de ciertos caracteres inherentes a la ideología que hoy campea triunfal en los llamados países occidentales (antiguamente de filiación cristiana), una vez quebrada o violentada casi toda oposición mediática, intelectual, o política.

Se trata, en primer término, de una revolución cultural. Nacida en los laboratorios de la ideología feminista radical a partir de finales de los 60 del pasado siglo, busca la liberación de la mujer, no a través de la igualación de derechos, sino mediante la eliminación en la vida social de la propia distinción natural entre hombre y mujer: en materia de sexualidad no existiría la naturaleza, sino que todo sería una construcción histórica y social, y por tanto, moldeable y modificable.

Ya no hay hombres ni mujeres, sino libertad sexual que recrea orientaciones afectivo-sexuales al compás de lo que uno apetece a lo largo de su vida.

Vemos pues como, de manera absolutamente ajena a los principios elementales que despliega ante nosotros la realidad, y socavando nuestra tradición cultural, los brujos y las brujas de nuestro tiempo golpean con violencia la puerta de nuestra civilización y nos exigen que les entreguemos nuestra razón y que les compremos su ideología.

Que abandonemos el sentido común y hagamos como que no existe la naturaleza y la verdad en el hombre, ni orden moral alguno.

El aspecto monstruoso de estos seres infunde temor reverencial, pues ciertamente cuentan con un gran poder de intimidación, aunque también de seducción, como el de la serpiente antigua: “Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. Olvidáos de los datos, de la realidad, de la verdad de vuestra naturaleza y construid una nueva sociedad desde los cimientos, a vuestra manera, sin restricciones ni condicionantes de ningún tipo, nos susurran al oído.

Tú no eres criatura, sino creador: liberado de Dios, ahora te puedes liberar de tu propio cuerpo, crear la ética, los valores, la personalidad, y por supuesto, los sexos.
De otra manera, quedarás arrollado por el tren de la historia. Y suerte tendrás de no ser insultado, perseguido, o calumniado. ¿Truco o trato?

Nos situamos de nuevo ante el problema esencial de nuestro tiempo, al menos desde la Revolución Francesa: el del Estado, que en vez de constituir la garantía de los derechos naturales del hombre, se ha transformado en una máquina monstruosa que los produce, los da, los quita, y los suprime cuando y como quiere bajo el puro arbitrio de la coyuntura (electoral, económica, política, etc.).

Así, renegando del orden natural y aterrado ante la perspectiva de que papá Estado le retire su favor, el hombre ha renegado de la razón.

El filósofo italiano Sciacca dice que hemos descendido tanto en humanidad que hemos llegado a pedir la libertad a la… burocracia estatal, irresponsable por sí misma, en cuanto máquina.
En tales condiciones, en las que ya nos encontramos, sigue diciendo Sciacca, el hombre se ha convertido en una incógnita monstruosa, creada por el Caos, y no por el Logos.

Ni siquiera puede decirse que sea una bestia, porque todo animal tiene su orden, mientras que el hombre, en este caso, ha renegado del suyo.
Para concluir: ¿a qué obedece que una ideología de tan nula entidad intelectual como la de género, que reduce la explicación del hombre y de la historia a un supuesto enfrentamiento entre hombres y mujeres, haya tenido tanto éxito?.

La razón es sencilla: privado de su fundamento absoluto, el orden natural y humano yace a merced del poder ideológico, en un siniestro e impensado bucle que apunta, signo de los tiempos, al final de una civilización: el pensamiento, destruido por el libre pensamiento. ¿Quién nos lo iba a decir?.


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