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28 marzo, 2024
Almería

Por un visado hasta Occidente

Salir era lo último que tenía en mente cuando recibí la concesión de la beca”. Saleh es el único palestino de Gaza que ha conseguido venir a la Universidad de Almería para ampliar sus estudios gracias al proyecto Phoenix.

Se trata de la beca Erasmus Mundus, dentro de la cual la UAL coordina el programa de movilidad entre Europa y los países de Oriente: Jordania, Palestina, Siria y Líbano. Este curso 18 estudiantes disfrutan de esta beca en Almería desde el mes de diciembre. Entre ellos se encuentra Saleh, junto a otros estudiantes como Adel, Samar y Mustafá de Palestina y Siria, quienes están ampliando sus estudios de posgrado a la vez que abren paso al intercambio cultural entre Oriente y Occidente.

“No esperaba que fuera tan agradable estar aquí. La atmósfera es similar a Oriente Medio”. “Me gusta el mar Mediterráneo. En Palestina no tenemos facilidad para ir a lugares con playa debido a la política militar israelí”. “Decidí venir a Almería por su faceta multicultural”. “La herencia árabe andaluza es acogida en nuestro país con mucho afecto y la calidez de la gente es parecida”. Son las primeras impresiones de Mustafá, Adel, Saleh y Samar tras aterrizar en el levante andaluz.

Llegar a buen puerto ha sido el fruto de sudor y lágrimas. El viaje hasta aquí ha sido largo y dificultoso para todos. Han recorrido más de 5000 km a través de ciudades como Damasco, Beirut, Estambul, El Cairo, Amán o Madrid. “El viaje de Damasco a Beirut cuesta mucho porque si faltaba cualquier detalle o papel tenía que volver a Damasco. Y esto implica costes, dificultades en la aduana porque a veces hay mucha gente que está pidiendo refugio” comenta Samar de Siria en un español fluido.

Para estos cuatro jóvenes conseguir el visado ha sido una odisea, en especial para los palestinos a quienes todos los países, incluido el propio, les pone trabas para salir  y también para entrar en la región. “La inspección de las autoridades israelíes duró cinco horas. Me estuvieron interrogando por el motivo de mi viaje, revisaron mis maletas y mi documentación”. Explica Adel (en inglés) recordando el dominio que ejerce Israel sobre el territorio palestino.

Mustafá y Saleh
De izqda a dcha: Mustafá (Siria) y Saleh (Palestina)

Adel es palestino y no dudó en solicitar Almería como destino por “su importancia en el ámbito de las energías renovables y el profesor de la UAL Francisco Manzano que es reconocido a nivel mundial”. Saleh palestino y de Gaza,  a pesar de las dificultades para salir de la región, consiguió venir para ampliar sus estudios en gestión internacional de empresas e idiomas: “Me encontré con muchas dificultades, la situación es complicada, no hay infraestructuras, la vida es muy dura, está todo derruido”.

Los largos días de viaje son un síntoma de la situación de conflicto que se viven en sus países, para Saleh no fue fácil tomar la decisión de abandonar su país: “Mi casa había sido totalmente derruida y me encontraba en una situación miserable”. Pero tal y como él cuenta no perdió la esperanza y decidió mandarle los papeles a su amigo y ver si era posible conseguirlo. “I can” repite en inglés, “A pesar de todo es importante para mí”. Saleh envió la documentación a un amigo que vivía en Ramala y éste la llevó a Jerusalén: “Tardé tres meses hasta conseguir el visado para viajar a través de Egipto”.   Partió de Gaza con la ayuda de la coordinación de las autoridades palestinas y egipcias en un viaje que duró más de diez días: “Tardé cinco días en atravesar el Paso de Rafah, uno más para llegar hasta el aeropuerto de El Cairo y allí tuve que esperar otros cinco días”.

Samar es de Siria, ha vivido ya en España y ahora está cursando un máster de Comunicación Social a la vez que sigue aprendiendo el idioma: “Tengo una historia larga con España y el español. Ya estudié en Valencia y me gusta mucho la gente, es sociable y elegí la Universidad de Almería porque creo que hay más diversidad”. Mustafá es sirio como Samar y le han otorgado la beca para hacer estudios posdoctorales: “Descubrí el caso de Cajamar y mi objetivo es analizar cómo aplicar su modelo en un país como Siria”. Ambos han estudiado fuera de su país.

De izqda a dcha: Adel (Palestina) y Samar (Siria)
De izqda a dcha: Adel (Palestina) y Samar (Siria)

Samar que hace de intérprete entre los árabes, nos resume que en las regiones desde las que proceden, el problema es el visado  y conseguirlo ahora requiere un doble esfuerzo porque las embajadas están abiertas menos tiempo y ponen precauciones para prevenir el refugio ilegal. Así por ejemplo, la embajada española en Siria está abierta tres días en semana pero no para todo el público: “Se necesitan unos quince días para poner un visado, hay que hacer muchos papeles y presentar una garantía bancaria. Y en estos momentos de conflicto es difícil para la gente tener una garantía bancaria”. Ella consulta en árabe con su compañero Mustafá y traslada las impresiones de ambos: “La gente tiene miedo y a veces no tienen el dinero en los bancos sino que lo tienen en cash (metálico)”. Así Mustafá lo hizo a través de Arabia Saudí gracias a su hermano, al igual que Samar.

Del conflicto que fustiga a Siria y azota a Palestina, sus protagonistas prefieren hablar poco. El silencio se produce ante la pregunta de  cómo les afecta personalmente el conflicto en sus tierras. Samar finalmente interviene: “Hay muchas emociones y prefiero no hablar”, aunque nos pone en antecedentes: “Nos cuesta mucho aceptar las limitaciones que tenemos. Compartimos electricidad con Jordania, falta agua, tenemos dificultades para tener gas. Necesitamos importar y mucha seguridad se ha perdido. Antes por la noche las chicas salían y ahora hasta los hombres fuertes tienen miedo de salir de casa”.

A pesar de la situación, Samar afirma que en  Damasco, su ciudad, todos van a la universidad y al trabajo y la vida sigue su curso. El gazatí se sorprende, no es igual para él, quien no concibe la ‘normalidad’ dentro del conflicto. En la Franja, la Universidad fue destruida por la guerra. “Gaza es como una cárcel muy grande, como un cementerio porque la gente no puede ni salir ni entrar. No se puede hacer nada. Pero tenemos esperanza para un día tener esa libertad y ser una ciudad abierta”.

NAVIDAD
Saleh no sabe cuándo podrá volver a entrar a su ciudad natal. “Ahora en Navidad me gustaría volver pero nadie sabe. Me gustaría ver a mi familia, a mi madre pero es imposible”. La gente de Gaza no puede salir ya sean ancianos, estudiantes o enfermos.

Samar será la única que pase las vacaciones en su país y relata cómo se viven las Navidades en los países musulmanes: “Tiene un sentido diferente para los sirios pero sí se celebra”.  Le gusta ir a la iglesia a encender una vela y ver las luces y los árboles en los barrios damascenos. Se trata de vivir lo mismo pero de otra forma cree Mustafá. Los cristianos visitan a los musulmanes en el Ramadán, y los musulmanes a los cristianos cuando es Navidad. “Cristianos y musulmanes, no hay diferencia, son uno, son del país donde Jesús nació y del origen de la religión. En la guerra las iglesias se utilizaban para dar refugio para todos los palestinos” asegura Saleh quien ha sido testigo.

Los trágicos sucesos no les quitan los ánimos: “No se ha perdido la tradición de celebrar aunque la economía esté más resentida ahora. Todos se felicitan los unos a otros”. Recalca Samar. Finalmente Adel acaba con un deseo que los demás comparten: “Espero que todas las personas en cualquier parte del mundo tengan unas Navidades a salvo y seguros”.


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