En este capítulo de #aCienciaCerca, Manuel Arroyo Morales, catedrático de Fisioterapia de la Universidad de Granada, analiza cómo la accesibilidad de los pacientes de cáncer a programas de fisioterapia garantiza una mejora importante en la calidad de vida de los mismos.
Esta relación de los pacientes oncológicos con técnicas de la fisioterapia da lugar a un aumento de los años de supervivencia tras el cáncer, según detalla Manuel Arroyo. El contexto respecto a la enfermedad establece una nueva demanda de fisioterapeutas dentro de los programas multidisciplinares que abordan la enfermedad oncológica.
“Nos encontramos con una gran variedad de disfunciones que afectan a diversos órganos y aparatos, dependiendo de la localización tumoral y del grado de afectación, que pueden ser tratadas a partir de la fisioterapia. Por citar algunos de estos problemas comunes a muchos de estos procesos podemos hablar de la fatiga inducida por cáncer, de la cardiotoxicidad cardíaca tras quimioterapia, del dolor muscular esquelético asociado a la cirugía oncológica o de diferentes formas de artralgias y mialgias asociadas a la administración de hormonoterapia tras el tratamiento con intención curativa”, apunta el catedrático de la UGR.
Los nuevos avances científicos abren una perspectiva novedosa para el fisioterapeuta: la participación a través de la prescripción de ejercicio terapéutico en programas que no sólo alivien los síntomas tras la enfermedad, sino también la posibilidad de participar en el propio tratamiento con intención curativa.
En este contexto, Manuel Arroyo define al fisioterapeuta como un profesional con capacidad de involucrarse en diferentes momentos de la historia natural de la enfermedad:
En la prevención sobre poblaciones especialmente expuestas a sufrir la enfermedad o como recidiva tras un primer episodio de cáncer. Desde el momento del diagnóstico y durante el tratamiento, con el objetivo de amortiguar los posibles efectos secundarios de tratamiento y de incluso participar en la mejora de la eficacia de los mismos.
Durante el llamado periodo de supervivencia, donde se deberá evitar la aparición de algunas secuelas, así como reducir la virulencia de las mismas en caso de aparecer.
En fases avanzadas de la enfermedad donde, a través de diferentes estrategias basadas en el mantenimiento de la capacidad funcional, pueden abordarse con mejores perspectivas los procesos de fin de vida.
Fuente: Gabinete de Comunicación UGR.