Está demostrado que el hombre y la mujer tienen la misma capacidad intelectual. Sin embargo, según datos del Instituto Nacional de Estadística, las mujeres españolas ocupan, en un porcentaje muy bajo, altos cargos de la administración pública y aún peor es su situación en empresas privadas. Algo falla.
La mujer renuncia a la igualdad cuando asimila como reales todos los impactos que recibe a través de los medios de comunicación. Desde edades muy tempranas Disney ya nos decía que lo más importante era nuestro aspecto y delicadeza. La astucia era cosa de hombres. Total, ya vendrán a rescatarnos.
En publicidad, seguimos poniendo lavadoras y dejándonos seducir por aromas masculinos. En cine, somos mujeres tontas que se enamoran de su jefe; eso, teniendo la suerte de que seamos protagonistas. La prensa especializada en el llamado sexo débil, habla sobre cómo maquillarte en tu primera cita o qué tipo de vestido disimula tu gran culo.
Desde luego, no ayuda a ver a la mujer como algo más que un objeto animado. Lo grave es que la propia mujer no vea más allá de eso. Si la fémina ejerce un trabajo de responsabilidad o que implique una carga intelectual alta, primero examinaremos su look o elogiaremos sus piernas, como elogiaban las de Isabel San Sebastián. Después, si cabe, prestaremos atención a lo que dice.
En definitiva, si la mujer no alcanza esos altos cargos, en parte, y repito, en parte, es porque se menosprecia a sí misma. Necesitamos mujeres que nos representen, a poder ser libres de corrupción y con un nivel aceptable de inglés, pero mujeres.
Artículo realizado por Ángela Rodríguez
@rgangela