El pasado sábado la ciudad de Málaga vivió una de las noches más especiales. En el recinto ferial se celebró la nueva edición del Survival Zombie que recorre España basados en las novelas de Carlos Sisí. La edición malagueña tenía un sabor diferente al resto. En la primera novela de la saga Los Caminantes existe un campamento ubicado en el malagueño barrio de Carranque.
En este caso la historia del recinto ferial transcurre paralela en el tiempo a la creación del campamento de Carranque y contará con su propio relato basado en la experiencia de los más de 1.000 jugadores que allí se reunieron. Entre los supervivientes se encontraba el equipo de Aula Magna que ha creado su propio relato de la experiencia.
Diario de María Esquivel, reportera de Aula Magna
Málaga está cayendo, aun hay esperanzas de salir a delante pero cada noche se desvanecen un poco más. Las noches, las noches son lo peor de esta pesadilla en la que los Z y las hordas toman las calles en busca de su alimento más deseado, carne humana. A pesar de todo es necesario seguir contando al mundo qué está pasando para que pueda llegar a las personas que puedan ayudarnos a acabar con esta plaga.
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Recibimos la señal de que se estaba organizando un grupo de supervivientes en el recinto ferial, no muy lejos del escondite en el que se había convertido la redacción de Aula Magna. Decidí acudir por mi cuenta y riesgo esperando encontrar un lugar seguro, si es que era posible encontrarlo.
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No fui la única que recibió el mensaje. Más de mil personas habían acudido a la llamada de Jacobo y su grupo. Algunos llevaban varias jornadas de viaje y compartían sus experiencias en lugares como Chiclana, apenas unas semanas atrás. Si algo tiene una catástrofe de estas dimensiones es que no hay un tipo de superviviente. Allí se concentraron padres con sus hijos pequeños, grupos de amigos y familias más o menos completas que habían conseguido escapar. Algunos de estos grupos llamaron mi atención precisamente porque iban uniformados, una buena idea para localizar a los suyos en los momentos más caóticos. Entre ellos llamaron mi atención los Umbrella, precisamente por eso, tenían un nombre. Así podían concentrarse a la llamada de alguno de ellos. Eran 17 y habían llegado desde Algeciras dispuestos a no perder a ninguno más a lo largo de la noche.
Jacobo era el líder del Campamento, si bien nos recibió con los brazos abiertos la apertura de su refugio a tanta gente no era gratis.
A las 23:00 nos pidió salir del refugio en busca de suministros. ¡¡AQUELLO ERA UNA LOCURA!! Más de 50 Z estaban apostados en la puerta del refugio en aquel momento. Apenas habíamos llegado y ya estábamos arrepentidos de haber acudido a la llamada de Jacobo.
Por suerte los más experimentados en la lucha contra los muertos consiguieron distraer a los Z en los laterales de la valla para abrir un corredor “seguro”, si es que esa palabra sigue significando algo.
A partir de ahí comenzó una pesadilla para la que no estaba preparada. Desde el Palacio de Ferias y Congresos y hasta el polígono San Luis tuvimos que buscar cualquier cosa que sirviese para sacar adelante el Campamento un día más. Correr más que el de al lado era lo único que te garantiza seguir con vida pero el ingenio es la herramienta más poderosa que se puede utilizar contra estos seres descerebrados. Sobre todo cuando, por si no era suficiente, algunos supervivientes te pedían que les hicieras “recados”. Que si tráeme una llave, necesito un inhalador… Correr por tu vida, correr para llevar suministros, correr y correr más y cuando las fuerzas empezaban a flaquear llegaron más problemas.
Aparecieron en escena otro grupo de supervivientes que no tenían intención de colaborar con nadie. De hecho más de uno al regresar al campamento contaba que apenas habían conseguido que les perdonasen la vida al darles lo poco que llevaban.
Cuando pensábamos que el Campamento tenía opciones de salir adelante Jacobo dejó entrar a un viejo cura que había venido a ayudarnos. O eso se suponía ya que nos vendió a las numerosas hordas que nos rodeaban y les abrió las puertas del Campamento. De nuevo corrió el pánico y las lágrimas. Algunos de los Umbrellas consiguieron salir de la zona utilizando una vieja manta tras la que se ocultaron mientras andaban despacio pegados a las paredes de las viejas casetas. Ingenio no les faltaba, por no hablar de la sangre fría necesaria para no salir corriendo ante los cadáveres que iban dejando atrás.
Si de algo sirvió aquella matanza fue para unirnos los que allí quedábamos. De los más de mil que llegamos a Campamento apenas llegábamos a la mitad y todos juntos emprendimos la tarea de dar caza al maldito cura que nos ha dejado sin un lugar al que regresar.
La traición, el hambre, el cansancio… éramos despojos que seguían corriendo por puro instinto de supervivencia hasta que conseguimos reunirnos en un descampado cercano al Campamento. La imagen al borde de la mañana era dantesca. Los pocos supervivientes que quedaban se arremolinaban en torno a las pequeñas fogatas que se habían conseguido encender. ¿Cuántos quedábamos? ¿Cincuenta? ¿Cien? Era difícil saberlo pero decidimos realizar una última incursión en el Campamento. Una lucha encarnizada.
Aun sigo sin poder hablar de lo que allí ocurrió, de los gritos desgarradores, la sangre, la pérdida de los últimos compañeros… fue un momento confuso del que sin saber cómo escapé.
Me escondí en el interior de una de las antiguas casetas, tras unas maderas caídas y allí permanecí horas o quizás fueron días, no lo recuerdo. Lo que sé es que cuando los rayos de sol tocaron mi rostro y los gruñidos de las hordas solo se escuchaban en mi cabeza me puse en camino.
Carranque sería mi próximo destino. Algunos supervivientes que ya no se contaban entre los vivos habían comentado que se estaba organizando un campamento en aquella zona. Quizás fuese mentira o quizás ya habría caído para cuando llegase pero en este nuevo mundo para sobrevivir, hay que seguir moviéndose.