En los últimos meses, expertos de distintos ámbitos están alertando sobre las secuelas que la crisis sanitaria actual está teniendo en una generación de jóvenes que se resiste a responder al apelativo ‘pandemials‘. En una etapa de la vida en la que las relaciones personales cobran especial importancia, las medidas de distanciamiento social derivan en la paralización de proyectos vitales, el incremento de cuadros de ansiedad o el abuso de las tecnologías en el plano social, educativo y afectivo.
Como espacios genuinos de convivencia, estas circunstancias adversas han supuesto para los colegios mayores universitarios un acicate para reforzar la visión que, como centros universitarios, tenemos de la educación superior. Y esta se resume en la necesidad de crear ecosistemas de educación colaborativos, comunidades de aprendizaje en las que se aliente el crecimiento intelectual y personal desde una concepción transversal de la formación, se estimule la creatividad y la cultura de la colaboración, y se ponga a disposición de los jóvenes un marco extracurricular que sitúe a valores universales como la libertad, el respeto, la integridad o la responsabilidad en el centro.
En este contexto, es previsible que el modelo de formación a distancia no vaya a satisfacer la necesidad histórica de adquirir conocimientos más allá de los puramente técnicos. Por ello, los colegios mayores universitarios nos revelamos más necesarios que nunca, porque aludimos a la raíz fundacional de la Universidad moderna en Europa: a la intuición inicial de unos pocos visionarios que decidieron libremente juntarse para aprender los unos de los otros, y ofrecer a los demás lo mejor de sí mismos.
Por Juan Muñoz Martín
Director del Colegio Mayor Chaminade y presidente del Consejo de Colegios Mayores Universitarios
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