Desde que fuera declarado el estado de alarma, el pasado mes de marzo, la sociedad ha vivido un periodo excepcional de confinamiento y reducción de su actividad habitual. Especialmente durante las primeras semanas sorprendía ver las calles, plazas y carreteras desiertas, y muy poco tráfico. Estas circunstancias tuvieron una bella consecuencia, y es que la naturaleza, aprovechando este breve lapsus de la civilización, ha podido tomarse un respiro. En muchas ciudades se han hecho virales imágenes de animales salvajes paseando por las calles de grandes ciudades, o aves anidando y habitando en entornos urbanos.
El profesor del Departamento de Ciencias Integradas de la Universidad de Huelva, Pablo J. Hidalgo Fernández, ha participado recientemente en el ciclo ‘UHU Investiga’ para reflexionar sobre cómo ha afectado el confinamiento a nuestro entorno. En esta videoconferencia el experto explica que esta pandemia “ha dejado en evidencia la fragilidad de nuestra civilización, pues algo tan insignificante como un virus ha sido capaz de paralizar todas nuestras actividades económicas, a excepción de las imprescindibles”. Accede aquí al vídeo. En este sentido, el investigador de la UJA recalca que dentro del entorno natural la especia humana actúa como una plaga, consumiendo recursos de manera irracional y expandiéndose por todos los territorios disponibles. Un recuroso, recuerda Hidalgo, que no son ilimitados. Así, este confinamiento ha permitido que la naturaleza deje de recibir todas sus presiones habituales.
“Todos los procesos naturales se han reactivado como un respiro”
Uno de los ejemplos más llamativos de esta “reactivación de la naturaleza” es el retorno de muchas especies animales a áreas urbanas. “La fauna ha vuelto a intentar recuperar aquellos espacios que, de una forma u otra, nosotros le arrebatamos”, indica el científico en la videoconferencia. “Nosotros hemos ido invadiendo todos los ecosistemas, incluyendo los fondos oceánicos y los Polos, si de pronto nosotros como especie desaparecemos, aunque sea durante un breve periodo de tiempo, las especies intentan volver a recuperar ese espacio que nosotros le hemos ido arrebatando con el paso de los siglos”. En el caso de Huelva, así es cómo ha sucedido con los chorlitejos y los charrancitos, dos especies de aves que han anidado en las playas de Punta Umbría. “Estas dos especies han anidado en estas playas porque lo han identificado como su hábitat natural, donde antes había personas todo el año, pero, ahora, con el confinamiento, no han encontrado ningún tipo de amenaza”. :
“La naturaleza se recupera por sí sola. Por ello, una de las mayores herramientas de conservación es no intervenir, dejarla que ella respire”
El investigador de Huelva señala, no obstante, que este paréntesis ha sido sólo una ilusión para la naturaleza. Y que una vez cese el confinamiento volveremos a retomar todas nuestras actividades, regresarán el tráfico y la contaminación, y el consumo irracional de recursos naturales. En este punto Pablo Hidalgo recalca no esta experiencia nos debería hacer reflexionar sobre el coste ambiental que tiene nuestro estilo de vida y si este es necesario. E insiste en que esta situación tan excepcional debe servir para buscar nuevas formulas que ayuden a regular de alguna el uso de los recursos naturales, tal y cómo hacen las políticas de conservación.
“Somos una especie más del planeta, a la que se nos ha dotado de una serie de herramientas, como ha sido la inteligencia, que nos ha permitido desarrollar esa presión tan enorme sobre los hábitats, los ecosistemas y la explotación de los recursos, una inteligencia que nos puede permitir también realizar actividades que sean más respetuosas con el medio, el uso de energías renovables, etcétera, eso, a nivel individual, sí existe, pero, a nivel global, es muy difícil”, concluye.