Relatos de huida, sinceros y terroríficos. Dos salvadoreños y dos congoleños han narrado en el Teatro Góngora de Córdoba cómo y por qué tuvieron que abandonar sus países para poder salvar sus vidas. Ha sido en el IV Congreso ‘Córdoba, ciudad de encuentro y diálogo’, organizado por la Cátedra Unesco de la UCO.
“Yo trabajaba en la Procuradoría de Derechos Humanos. Era abogado. Un día me dijo un amigo que las pandillas me querían matar porque me acusaban de ser policía. Y yo no era policía”. El matrimonio Samuel Padilla y Angelina Portillo han conmocionado a los asistentes con su dramática huida de El Salvador. “En El Salvador, cuando eres amenazado, la amenaza recae en toda la familia”, relató Samuel Padilla en la segunda mesa de la mañana. El salvadoreño también ha contado cómo un hermano de Angelina desapareció y se lo encontraron a los cuatro días con un disparo en la cabeza y totalmente calcinado.
“Nos fuimos al extremo sur de Santa Ana y tuvimos que cambiar ciertas rutinas de los niños. Por ejemplo, dejamos de usar el transporte público. Pero los pandilleros vigilaban nuestros movimientos. Tipos conocidos como los “postes”. Y estos dependen del “palabrero”, el jefe de la pandilla de la zona. Los “palabreros” deciden quien puede vivir aquí o quien va a morir. Qué comerciante debe pagar o quién no. Y qué consecuencias van a tener quienes no cumplen con las normas”, explicó conmocionado Padilla.
“Era cuestión de salvar la vida. Ya no valían los desplazamientos internos. EE.UU. nos denegó la visa y nos vinimos a España. Aquí llegamos hace cuatro meses y estamos a la espera de protección internacional. Nosotros sí queremos vivir en El Salvador”, continuó Samuel Padilla. Su estremecedor relato fue completado por su esposa. Angelina Portillo contó la crudeza de su vida diaria en España. Enumeró las puertas cerradas, el frío, la lluvia, los hostales, las estrecheces y las poco recomendables circunstancias en que tienen que vivir sus hijos. :
La historia de Alain Diabanza y Nicole Ndongala también fue escuchada
Violencia extrema como consecuencia de la explotación del coltán. Alain Diabanza y Nicole Ndongala también contaron su historia en el Congreso ‘Córdoba, ciudad de encuentro y diálogo’. Dos congoleños que pintaron un panorama sombrío de su país. “La población está pagando los platos rotos de la guerra del coltán. Ya han muerto más de ocho millones de personas”, dijo Diabanza.