Ortega y Gasset definió en La Misión de la Universidad que esta debería ser investigadora, profesionalizadora, transmisora del conocimiento y transformadora de éste en valor social.
La Universidad debe aprender a caminar en los nuevos escenarios sociales siendo, como siempre, el buque insignia del desarrollo cultural, económico y tecnológico de la sociedad. Para ello, necesita el mejor personal en cada uno de sus puestos, personal cualificado y comprometido para dar un servicio de calidad que responda a lo demandado. En la actualidad, dos son los desafíos a los que se enfrenta la Universidad Pública Andaluza (UPA): diseñar la estrategia para una carrera definida en la que los miembros de la comunidad universitaria vean reflejado su esfuerzo y trabajo y, por otro lado, propiciar el relevo generacional que le dé el revulsivo y necesario empuje para afrontar los nuevos retos y garantizar el futuro.
Como consecuencia de las políticas presupuestarias restrictivas impuestas desde las Administraciones, el desarrollo de proyectos de investigación, la transferencia del conocimiento y el mantenimiento e implementación de infraestructuras se han visto afectados. La imposibilidad de incorporar personal debida a la implantación de medidas como la tasa de reposición (TR) han condicionado la estabilización e incorporación de personal docente e investigador (PDI) y de personal de administración y servicios (PAS), lo que ha provocado el envejecimiento de la plantilla y, sobre todo, su merma como consecuencia de las bajas no cubiertas. Baste recordar la TR de 2012 a 2014 de un 10% para PDI y un 0% para PAS (en 2015, del 50% y ya en 2016, del 100% para ambos colectivos).
Estas limitaciones nos exigen establecer nuevas estrategias que posibiliten a la UPA, a medio y largo plazo, llevar a cabo sus objetivos y cumplir su responsabilidad con la sociedad. No obstante, la LPGE aprobada para 2016, que incluye a los investigadores Ramón y Cajal con una reserva de al menos un 15% de la TR, así como los cambios introducidos por el Real Decreto-Ley 10/2015, de 11 de septiembre, en la Ley Orgánica 6/2001, de diciembre, de Universidades (LOU) sobre movilidad del profesorado (vacantes) y promociones internas al cuerpo de Catedráticos de Universidad abre un nuevo e incipiente escenario que esperamos permita y sirva para comenzar a dotar a la UPA de personal estable y con la proyección que merece. De igual manera, la incorporación por necesidades urgentes de profesores ayudantes doctores y la aplicación del Convenio Colectivo vienen a oxigenar el presente y el futuro de la UPA.
A pesar de los pasos dados, es mucho lo que todavía queda por hacer si queremos una UPA fuerte y renovada. Abordar acciones como el reconocimiento económico de quinquenios y sexenios de PDI laboral o el desarrollo de una carrera vertical y horizontal, encaminarán la Universidad hacia un contexto más justo para sus miembros. Ello implica trabajar para que nuestros dirigentes políticos, así como la propia sociedad, sientan que es imprescindible tener una Universidad capacitada y comprometida con los diferentes estamentos.
La Universidad, como estructura dinámica que es, se ve afectada por los vaivenes de la historia. Hemos atravesado momentos extraordinariamente difíciles, pero parece que comienza a vislumbrarse una luz para la salida. Sigamos trabajando por una mejor UPA y ella nos ayudará a construir una mejor sociedad para todos.
Por Isaac Túnez Fiñana
Vicerrector de Personal de la Universidad de Córdoba.