Los resultados, publicados en la revista Papers in Palaeontology, confirman algunas de las interpretaciones hechas por Alvin en 1971, como la existencia de unas posibles raíces que crecerían en dirección opuesta a las hojas y en una posición similar a las de otros helechos actuales.
Sin embargo, el estudio revela que estas supuestas raíces serían idénticas en estructura a las hojas, sugiriendo que el tallo podría haber sido postrado en vez de vertical y que todos los órganos observados fuesen en realidad hojas y no raíces.
“La anatomía interna de la planta es además diferente a todos los helechos actuales y fósiles conocidos, lo que hace difícil interpretar sus relaciones de parentesco con otros helechos”, asegura Candela Blanco Moreno, investigadora de la UAM y coautora del trabajo.
Uno de los temas más controvertidos en relación con esta planta prehistórica es el hábitat en el que vivió. El estudio reveló una serie de características que podrían indicar que habitó en un ambiente árido con frecuentes incendios.
“La corteza de los tallos muestra unas marcas o tubérculos que muy probablemente se traten de zonas donde se habrían insertado unos pelos fuertes y duros que, en helechos actuales, protegen a la planta en caso de incendio. Estos pelos se queman lentamente, dando tiempo a que el fuego se extinga antes de llegar a las partes vitales de la planta y dañarla de forma severa”, explica Blanco Moreno.
Relaciones mutualistas
Los investigadores también observaron una serie de estructuras particulares que identificaron con nectarios. Estos son glándulas que permiten la secreción de sustancias de deshecho sin perder mucha agua y que se relacionan con plantas que viven en zonas áridas.
“Los nectarios también favorecen relaciones mutualistas con insectos que se alimentan del néctar y a su vez proporcionan protección a la planta frente a herbívoros. Así, los resultados nos descubren un ecosistema que se desarrolló, por ejemplo, en zonas colindantes al humedal de Las Hoyas en Cuenca o al lago de Bernissart en Bélgica”, detalla Blanco Moreno.
Los restos fósiles de Weichselia reticulata, muy frecuentes en este tipo de yacimientos de agua dulce o incluso en yacimientos costeros, habrían llegado hasta allí al ser transportados en épocas húmedas desde un ecosistema más árido, con frecuentes incendios.
“Las condiciones de preservación del ambiente en el que habitaba esta planta son mucho más pobres que la de los lagos o lagunas de los ambientes acuáticos, por lo que gracias al transporte de fragmentos de plantas hasta estos últimos podemos inferir que había otras comunidades vegetales desarrollándose en los alrededores. Son este tipo de descubrimientos los que nos permiten, poco a poco, ir completando nuestro conocimiento del paisaje del Mesozoico”, concluye la investigadora.