La historia de El Último Dodo es un caso paradigmático de la conexión internacional que promueven las universidades. Se trata de una editorial independiente que va camino de su segunda publicación, un nuevo volumen de Martín Zarza, la ópera prima del sevillano Miguel García, que será presentada el 8 de abril.
Su argumento gira en torno a “un joven madrileño que en 2010 hereda una casa en Sevilla y se viene a vivir aquí, al sur”. Pero en contra de lo que cabría suponer, “la vida no le cambia a mejor, por lo menos en un primer momento”. Los avatares del día a día en su nueva ciudad, y en plena crisis, centran este texto de Miguel García, quien prefiere no definirse aún como autor. Lo escribió durante cuatro años, entre 2010 y 2014.
El autor, socio fundador de la editorial en noviembre de 2014, cursó Literaturas Comparadas en la UGR tras titularse en Psicología en su ciudad natal. Y junto a algunos de sus compañeros surgió la idea de dar vida a la editorial. “Todo este tipo de empresas son tan peregrinas que no se presenta la idea como algo unitario, sino como una enfermedad que va expandiéndose paulatinamente y cuando te quieres dar cuenta ya has montado una editorial”, explica a Aula Magna. «Yo había escrito el libro y Manuel Monteagudo e Irene Estrella, que también son estudiantes de la UGR, dijeron: ‘¿Por qué no antes de enviarlo a concursos o editoriales comerciales montamos nosotros una editorial?'».
Tras vender más de dos mil copias del primero de los tres tomos de Martín Zarza y estar a las puertas de lanzar el segundo, esta empresa ya piensa en otros proyectos. Naike Casellini es suiza. Cursó Literatura Española, Italiana e Historia en Lausanne, pero “encontró” esta editorial y decidió venir a Granada. Su relación con El Último Dodo comenzó a finales de 2015, pero ya se encuentra inmersa de lleno en sus tareas. Una de ellas, la traducción al italiano de Martín Zarza. También están embarcados en la publicación de un poemario de Raúl Lozano y de una edición con ilustraciones de El Hombre de Oro de Rubén Darío.
En Granada trabajan tres personas, pero El Último Dodo colabora con personas de todo el mundo. La sede, para Miguel, no es un inconveniente: “Colocar la zona geográfica como un elemento preponderante es un poco obsoleto. Hoy en día, sobre todo con Internet, el hecho de que tú estés en Granada para una editorial no es tan determinante como lo era hace 30 años”. Como explica Naike, sus siguientes objetivos parten de la búsqueda de nuevos autores: «Recibimos muchos manuscritos, pero tenemos que seleccionar».