La democracia española llama de nuevo a las puertas. En los últimos cuatro años las citas electorales se han estado repitiendo como gazpacho de verano, una tras otra. Lo que es un derecho y un privilegio se torna para muchos una pesadilla, unida al miedo a pasar toda una jornada de presidente de mesa.
Los jóvenes españoles comienzan su etapa de ciudadanos sin ver resultados a sus papeletas y repitiendo una y otra vez los procesos. Ser joven se liga al desencanto y las ganas de participar, pero ¿es posible que se estén debilitando las capacidades democráticas? Un derecho y un deber conquistado tras muchos años de demandas pasa a segundo plano por la falta de diálogo entre los partidos. Hace falta sentarse y llegar a acuerdos para que el país avance.
Todo son compromisos futuros en torno al futuro Pacto de Estado en Educación, sin ver siquiera al Gobierno que lo llevará a cabo. Todos los partidos se comprometen a dialogar para crear un sistema de educación compacto, fuerte y que sea capaz de sobreponerse a los cambios, pero ¿si ni siquiera son capaces de sentarse a formar Gobierno cómo van a llegar a acuerdos para unificar los criterios que formen a las futuras generaciones? Promesas de diálogo que no dan el primer paso, todos dicen querer llegar a un acuerdo pero al final seguimos sin una ley que nos equipare al resto de Europa y nos haga más competitivos.
La llamada al voto es una necesidad, no hay que cansarse y confiar en la democracia. En épocas de cambios e inestabilidad política hay que hacer un mayor esfuerzo por los ideales, confiando en que pase la tormenta vigente, y las que vendrán. Como universitarios debemos apostar por el diálogo y argumentar las posiciones, defendiendo el interés general y mirando hacia el futuro, tanto por la educación que ahora se imparte como por los modelos educativos que es necesario asentar.