No es que las Casas de la Educación Superior estén exentas de agrupaciones estudiantiles signadas por los diversos partidos políticos, la muestra está aquí mismo en la UMA, todos están. Lo que es relevante, es la escasa participación en las recientes elecciones a rector. Una participación insignificante. Con un voto ponderado del 25%, la masa estudiantil tiene, de hecho, una poderosa influencia en la elección del rector, si votara en consecuencia. Esa fuerza es desechada, puesto que su participación alcanzó a menos del 2,5%. Unos 695 votos válidos de casi 40.000 estudiantes, según cifras oficiales de la UMA, asombroso. Si votarán masivamente, tendrían una gran fuerza en poner o quitar a su máxima autoridad.
Universitarios poco interesados en la política. Abstencionistas por pereza de pensar. La generación mejor preparada de la España posmoderna de espaldas a la realidad
En los sesentas/setentas, los campus eran flama. La asignatura que la mayoría cursaba, en teoría y práctica, era la protesta. Contra los contenidos obsoletos, contra la autoridad de las cátedras magistrales, contra la rigidez de no participar en los procesos electorales, contra los políticos del momento, contra la guerra, contra la Iglesia o contra lo que fuera. Aquella efervescencia pasó como un incendio por la pradera. París siguió siendo la capital de los iracundos, pero aquellos gritos de ‘prohibido prohibir’ quedaron resonando en un pasado febril, que hoy no tienen eco. ¿Son menos las causas hoy para tal apatía?
Los universitarios no se movilizan indignados por la precariedad del sistema de becas. Ni les preocupa, que algunos pensum académicos de sus grados estén más que obsoletos. Tampoco parecen librar batallas porque se adecúen los contenidos a las posibilidades reales del mercado laboral. A un pequeño sector, al menos, les mueve los actos culturales que desde el Contenedor de Tecla, les motiva por cercanía a esa generación de impávidos. A los actos técnicos de sus materias solo acuden si su profesor les conmina a entregar un trabajo ad hoc. ¿De dónde salen estos cientos de miles de impasibles? :
A esta generación nacida en democracia, crecida con todos los beneficios de los derechos de la libertad, poco o nada les motiva el acto supremo de votar para elegir a sus gobernantes. Aún no han aprendido que tal acción es también un deber. Puede que ahí esté la raíz de su desprecio por las urnas universitarias, que es de suponer sea extensible a las demás. Tantos derechos no han sido capaces de motivar los deberes que implican.
Por otra parte, las organizaciones partidistas que concurren en la vida universitaria tampoco han sabido motivar el voto. Es hora de empezar a pensar en que la formación académica tiene que preocuparse por la calidad de los ciudadanos que forman. Si se mide por la nula participación democrática, su nivel es muy lamentable. Que los profesionales que se gradúan en la Universidad pública ofrezcan tal grado de indolencia, trasluce un panorama de ignorancia en los que se suponen serán los dirigentes de España.
Por Carlos Pérez Ariza
@OraculoCharlie
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