Investigadores de la Universidad de Jaén identifican nuevas especies de hongos que favorecen el desarrollo de los árboles en la Cordillera Bética y que actúan como un componente modulador de los efectos del cambio climático en los bosques. Se trata de microrrzas, una simbiosis de hongos microscópicos con las raíces de las plantas que enriquecen su nutrición y su resistencia a la sequía, y los protegen frente a determinados patógenos. Además, estas comunidades de hongos generan filamentos que ‘comunican’ a unos árboles con otros permitiendo incluso que compartan el alimento en tiempos de sequía.
El equipo de expertos, pertenecientes al grupo ‘Ecología Forestal y Dinámica del Paisaje’ ha analizado la biodiversidad de esta comunidad de hongos que está asociada a las raíces de los pinsapos, un árbol endémico de Andalucía y en peligro de extinción. “En ese contexto, decidimos observar el importante papel que ocupan las comunidades de micorrizas en el ecosistema, un aspecto que hasta el momento era bastante desconocido”, afirma José Antonio Carreira, principal responsable del grupo. Los científicos han identificado casi 300 especies distintas de hongos micorrizas, en torno a un 20% de las cuales son desconocidas, ya que sus secuencias de ADN no se encuentran disponibles en las bases de datos mundiales.
Los árboles migran a las zonas más altas
En esta línea de investigación, y con el apoyo de expertos del área de Cartografía y Geodesia de la UJA y dispositivos GPS de alta fiabilidad, los expertos han estudiado los cambios en la distribución de especies forestales que se produce con el cambio climático. Y han advertido que se está produciendo una migración de los árboles hacia las zonas de mayor altitud en las montañas. “Se produce la germinación de nuevos árboles por encima de lo que se llama el tree-line, la línea que marca el límite más alto de la distribución de los árboles en la cima de montañas a gran altitud”, señala José Antonio Carreira. Y añade que por encima de esa zona las condiciones climáticas eran tan frías y extremas que los árboles no sobrevivían. Sin embargo, en la actualidad, las condiciones no son tan frías, de manera que las semillas de los árboles que se dispersan hacia zonas de mayor altitud germinan, y los árboles consiguen sobrevivir.
Según el experto este cambio está haciendo que el bosque colonice nuevas zonas a mayor altitud. Mientras que en las zonas bajas se produce el efecto contrario, los árboles se mueren por sequía. La cuestión es que los hongos micorrizas no son capaces de ‘subir’ en altitud a la misma velocidad que lo hacen los árboles, apunta el investigador de la UJA. De modo que aquellos árboles que colonizan zonas sin bosque a mayor altitud no consiguen asociarse con estos hongos micorrizas, privándose por lo tanto de sus ventajas nutritivas. :
Hongos que facilitan la comunicación entre árboles
Otro aspecto llamativo de esta investigación, es que los expertos han observado que las comunidades más maduras de micorrizas desarrollan unos filamentos que exploran el suelo, conectando a unos árboles con otros. “De esta forma, el árbol madre se comunica entre sí con ‘los hijos’, por ejemplo, para cederle alimento en periodos de sequía”, argumenta José Antonio Carreira. En este sentido el estudio apunta a que el cambio climático está produciendo, además, un desajuste en las interacciones de ayuda mutua entre especies que se producen en el ecosistema. En este panorama las micorrizas se convierten en unos microorganismos fundamentales para la supervivencia de los árboles, ya que disminuyen la vulnerabilidad del bosque ante el cambio climático.