Investigadoras del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Córdoba han conseguido mitigar el estrés oxidativo provocado por el pesticida DDT, un famoso plaguicida en ratones, mediante una dieta enriquecida en selenio con una cantidad similar a la de cualquier suplemento alimenticio que se vende en parafarmacias que, según arrojan los resultados de la investigación, estimula las defensas antioxidantes de la célula y las previene del estrés que sufren cuando se exponen al pesticida DDT.
Salvando las distancias, el funcionamiento es parecido al de un probiótico, que estimula el sistema inmune y lo protege del posterior perjuicio que podría generarle la ingesta de antibióticos. Así, este estudio ha conseguido reparar, parcialmente en ratones, el daño celular producido por este pesticida, según han destacado dos de las autoras de la investigación, Noelia Morales y Nieves Abril. A pesar de los beneficios que reporta el selenio, su eficacia depende mucho de la dosis, por lo que habría que hacer un estudio previo de cada persona para determinar qué cantidad exacta necesita.
Además, determinados síndromes metabólicos causados por el pesticida DDT no han conseguido repararse. Por este motivo, el grupo de investigación está actualmente estudiando la capacidad protectora y regeneradora de otros compuestos, como, por ejemplo, el mosto de la uva Pedro Jiménez. «En el mundo actual, vamos a seguir estando expuestos a determinados pesticidas, por lo que la clave está en encontrar sustancias, probablemente fitoactivos que, a través de la nutraceútica, mejoren nuestro metabolismo basal de forma que estemos defendidos antes de que se produzca el daño”, ha valorado Abril.
Pesticida DDT
Desde que se sintetizó por primera vez hace casi 150 años, el pesticida Dicloro difenil tricloroetano, más conocido como DDT, ha sido ampliamente utilizado para combatir enfermedades causadas por insectos. Posteriormente, se comprobó que no solamente erradicaba a las especies que se deseaban eliminar, sino que también producía estragos en el medio ambiente, en humanos y en otras especies del ecosistema.
A pesar de que su uso fue prohibido en la década de los 60, su veto se ha levantado parcialmente en países tropicales para luchar contra enfermedades graves transmitidas por mosquitos como la malaria, el dengue o el zika. El problema es que este plaguicida se almacena en tejidos grasos y su presencia se biomagnifica a lo largo de la cadena trófica, por lo que al consumir ciertos alimentos procedentes de estos países el riesgo de exposición se extiende a nivel mundial.
Parte de la toxicidad del pesticida DDT está asociada a su capacidad de generar estrés oxidativo en la célula y genera especies reactivas de oxígeno que desregulan el funcionamiento reducción-oxidación normal de la célula, dañando las membranas y provocando un cambio metabólico similar al observado en las células cancerígenas.