Con tan solo 30 años se está convirtiendo en el autor revelación del panorama literario español. En algunos medios ya se le conoce como “el chico del tren”, y es que cualquier momento es bueno para leer y escribir. Así nos lo expone Javier Castillo, autor de El día que se perdió la cordura, un thriller de suspense que desde la primera página engancha al lector, sin que sepa hasta el final cual es la verdad de lo ocurrido, si es que existe una.
Con una profesión de número, Javier Castillo es economista, es a la vez un enamorado de las letras, alguien que busca en las páginas conocer otros mundos y engancharse a nuevas historias. Y este planteamiento, el de enganchar al lector, es el que predomina en toda su obra. Tramas cruzadas que crean escenarios y recuerdos en la mente del lector que no esperaba, detalles en cada esquina y descripciones que hacen sentir a los personajes como amigos o conocidos que forman parte de cada vida.
El día que se perdió la cordura es una obra que sumerge al lector en las calles de diferentes ciudades norteamericanas, y es que “tenemos muy interiorizados que este tipo de sucesos pasan allí, aunque puedan pasar en cualquier parte del mundo”. Todo nace de un sueño, un primer contacto de la ficción con la realidad del autor, donde vio la primera escena de su obra y tuvo la necesidad de contarla. Así nace la historia de Jacob, un alter ego del propio autor que habla con su voz, el personaje que más tiene de su creador y que sirve de hilo conductor de toda la novela.
Tres tipos de narradores presentan la historia, ya sea desde un palco de honor, donde el narrador omnisciente cuenta la realidad que rodea a la trama principal, la propia voz de Jacob que habla consigo mismo o, el preferido del autor, el narrador implicado, una primera persona que nos cuenta algo del pasado. Diferentes formas de introducir al lector en cada página y hacerle sentir que cualquier cosa puede suceder en las siguientes. Un estilo ligero que logra introducir las suficientes descripciones para hacer nuestros a los personajes y escenarios.
Todo ello hace de El día que se perdió la cordura una historia para sufrir insomnio, dejar pasar las horas leyendo y sobre todo, importante recordar… que falta un día para Navidad.