‘El mundo’ de Juan José Millás, asentado en la linde entre la realidad autobiográfica y los sentimientos de ficción ocultos en anécdotas, da para todo un universo. Pese al título de su libro más celebrado, merecedor en 2007 del Premio Planeta, la riqueza en relatos y teorías de este novelista y periodista —empeñado en aunar ambas concepciones— va más allá de lo planetario. Y así lo ha demostrado en una entrevista-coloquio que ha tenido lugar este martes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada.
Ante las preguntas —escasas, no han sido necesarias— de su interlocutor, el catedrático Domingo Sánchez-Mesa, Millás ha desgranado su infancia de barrio, los inicios en la lectura, su paso por Iberia o los principios que dirigen su vida pública. La rectora de la UGR, Pilar Aranda, y el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, José Antonio Pérez Tapias, han presidido una charla enmarcada en el ciclo ‘El intelectual y su memoria’ y las actividades con motivo de la Feria del Libro.
Tomando como referencia las líneas autobiográficas de ‘El mundo’, Millás ha comenzado por confesar su traviesa adicción al olor de la gasolina o las autopsias «en vivo» a animales siguiendo directrices científicas. «Nunca he estado tan vivo como en las horas muertas«, ha afirmado frente a un auditorio repleto. De hecho, la muerte, entendida según las acepciones de su enciclopedia Espasa, fue uno de los detonantes de sus implosiones de imaginación. Algo similar ocurrió con la novela de Julio Verne ‘Cinco semanas en globo’, que secuestró a Millás en el mundo de la lectura tras las horas en el colegio.
Su repaso ha continuado por la etapa universitaria. Millás trabajó en una caja de ahorros en horario de mañana, para posteriormente acudir a una academia. Cuando los estudiantes consiguieron que la Universidad Complutense de Madrid ofreciera estudios nocturnos de Filosofía, el autor se matriculó y completó los dos años de asignaturas comunes. Luego escogió la rama de Filosofía «pura», la que «peores condiciones tenía». Incluso, ha dicho, uno de los docentes insistía en que Kant «meaba fuera del tiesto».
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Ya publicadas varias novelas, el protagonista del coloquio, ha relatado, accedió al gabinete de comunicación de la compañía aérea, el cual ha descrito, por su sueldo fijo, como «una madre protectora». A su pesar, se vio en la obligación de decir adiós a esta labor para dedicarse plenamente a la escritura y la presencia en los medios.
En sus respuestas, Millás ha rendido cuentas acerca de su concepción sobre la fantasía y la realidad, que se anudan en sus ‘Articuentos’, una suerte de género literario —pese a que él insiste en negarlo— concebido por el valenciano. Con las anécdotas, plasmadas en sus artículos y novelas, como hilo conductor, ha llegado a la conclusión de que todos vivimos en un escenario similar al construido en ‘El show de Truman’: «Escribir, en cierto modo, es hacer agujeros a ese decorado».
Para él, géneros periodísticos como la crónica son un relato. El periodista, opina, «cuenta con los mismos recursos con los que cuenta un escritor». Cambian los ingredientes, pero «la forma de seleccionar y articular es idéntica». Para muestra, el propio sentido de la palabra ‘relato’, que comparte raíz con ‘relación’. «La obligación del escritor es desfamiliarizar, convertir en excepcional lo que es cotidiano«, ha dicho, «si algo sorprende al que lo escribe, debe sorprender al lector».
Tras definir sus límites a la hora de opinar y reivindicar la figura del Quijote, y el estudio de la lengua, en general, Millás ha conversado con algunos de los asistentes y ha firmado sus ejemplares. Recuerdo de una comparecencia que, desde luego, no ha quedado en hora muerta.