Decidí comenzar a formar parte del voluntariado el verano previo a la universidad. Siempre me he interesado por la historia y el arte, pero jamás había sentido tanta pasión como la que siento hoy día por la arqueología.
Cástulo (Linares), fue el sitio elegido para comenzar esta nueva experiencia. Era un lugar cercano a mi casa y sin pensármelo dos veces me decidí a ir. El calor, a pesar de ser insoportable, no me quitaba las ganas de seguir descubriendo y aprendiendo. Aquel campo se convirtió en mi segunda casa. Tan rápido como empecé la universidad comencé a echar de menos el polvo, la tierra y la piccola. Fue entonces cuando realmente me di cuenta que era parte de mí y que era a lo que me quería dedicar.
Mucha gente tiende a decir que le encanta la arqueología o que quiso comenzar la carrera y que, por tener pocas salidas, desechó la idea. La arqueología como tal es fascinante, y a cualquiera le llama la atención descubrir antigüedades o desenterrar tumbas como hace Indiana Jones en sus películas. Pero va más allá. Verdaderamente sabes que te gusta la arqueología cuando estás en el campo “sudando la gota gorda”, como se dice comúnmente.
Cástulo ha sido mi trampolín directo hacia la certeza de que es a la arqueología a lo que quiero dedicarme. Los malos ratos de calor y frío se disipan cuando estás haciendo lo que realmente te gusta. Por ello, animo a los estudiantes que comienzan la universidad a participar en voluntariados, porque es sin duda una experiencia enriquecedora.