Resulta más común de lo que pudiera parecer que en cientos de aulas universitarias se escuche un gran revuelo ante la premisa del profesor de que aquellos que entreguen algún trabajo o examen con faltas de ortografía tendrán algún tipo de penalización en su nota. Sobre todo, cuando ocurre en las carreras más técnicas, la lengua queda relegada a una segunda posición. Para los alumnos prima el dato frente a cómo se exprese, según explican, en un momento de tensión como puede ser un examen.
Un momento, ¿almóndiga aparece en el diccionario?
Pero este enfrentamiento contra la norma puede estallar en ciertos momentos. Si los jóvenes preferirían no tener que escribir correctamente en los exámenes, en las redes sociales pueden criticar el flaco favor que le hace la RAE al aceptar vocablos como ‘almóndiga’, ‘toballa’ o ‘albericoque’, entre otros, o se utiliza las faltas de ortografía del contrario como forma de deslegitimar sus argumentos.
En el primero de los casos, la respuesta por parte de los académicos o aquellos que se hayan enfrentado a las definiciones que ofrece el Diccionario de la RAE comprobarán que se reflejan como «usados como vulgar» y que no es la palabra que se recomienda utilizar. Esto se debe a que un diccionario recoge las acepciones que utilizan los hablantes de una lengua, no únicamente los usos correctos.
Las formas importan siempre
Los académicos son tajantes en lo que se refiere al uso correcto de la lengua: no hay excusas para desobedecer las normas lingüísticas. Ni siquiera en redes sociales como Twitter, donde el texto se limita a unos pocos caracteres, hay que abandonar la corrección por el contenido y más, cuando la lengua española ofrece un elevado número de sinónimos que nos pueden ayudar a trasladar la misma idea de forma más breve.
Si en las redes sociales es necesario escribir correctamente, en el ámbito académico la correcta comunicación resulta de vital importancia. Muchos recordarán aquel esquema del colegio que mostraba que la comunicación partía de un emisor que enviaba un mensaje a través de un canal a un receptor con el que compartía un código en un contexto determinado. Si el código, el lenguaje, falla la comunicación no podrá desarrollarse de manera satisfactoria.
Unas normas lingüísticas para unificarlos a todos
Las normas lingüísticas tienen el objetivo de unificar la lengua para que sea comprensible para todos los hablantes. Un uso incorrecto o coloquial puede ser entendido en un pequeño grupo de individuos pero no necesariamente por todos los que comparten esa lengua. En el ámbito universitario el error en el código puede llegar a ser desastroso, independientemente de la rama de estudio.
Un trabajo de investigación, una tesis doctoral, un libro de ponencias son algunos ejemplos donde nadie esperaría encontrar algún error gramatical u ortográfico. Incluso pocos serían capaces de entregar un trabajo fin de grado en el que se escribe indistintamente ‘haber’, ‘aver’ o ‘a ver’, un ejemplo de una de las faltas ortográficas que inundan la red.
La gramática del español no es de las más complejas que existen pero necesita de práctica para poder asimilarla adecuadamente. Si al dominio de la lengua se le otorga poca importancia en los planes de estudio va a resultar un lastre para el aprendizaje del resto de asignaturas, por muy técnicas que sean. Cuando un profesor universitario resta puntos por faltas de ortografía no hace más que estimular el correcto aprendizaje y mejorar la capacidad comunicativa de sus alumnos.