El cuerpo humano puede ser tremendamente útil tras la muerte. A pesar de los avances tecnológicos, el cadáver sigue siendo la mejor fuente de información para que los futuros profesionales sanitarios aprendan sobre la vida. No todas las facultades de Medicina realizan prácticas con cadáveres, la de Málaga lleva desde su nacimiento, hace cuatro décadas, recibiendo donaciones.
“La riqueza del ser humano está en el ser humano, hay muy buenos libros y herramientas informáticas, pero no dejan de ser una representación. El volumen, la textura y la variabilidad anatómica normal solo te la aporta el cadáver”, sostiene la directora del Departamento de Anatomía Humana, Medicina Legal e Historia de la Ciencia, Inés Smith, quien detalla que el objetivo de estas clases es que los estudiantes aprendan cómo es el cuerpo sano. La Facultad tiene capacidad para unos 60 cadáveres, cantidad “suficiente” para cubrir las necesidades. Se utilizan para la docencia, fundamentalmente en Medicina, pero también en las titulaciones de Enfermería, Fisioterapia, Podología, Logopedia, Terapia Ocupacional y en Ingeniería de la Salud; a la vez que con fines científicos, ya que son muchos los médicos que quieren estudiar o mejorar una vía de abordaje quirúrgica. Los cadáveres se utilizan normalmente dos o tres años y después son incinerados. Para preservar la intimidad del fallecido, los cuerpos se guardan hasta que hayan transcurrido cinco años de la defunción, a la espera de los estudiantes.
En total, unos 1.900 alumnos pasan cada año por la sala de disección. Cada grupo trabaja con un cadáver a lo largo de los dos primeros años de carrera, en estas clases prácticas, que se imparten al compás de la teoría para que los alumnos puedan “ver en la realidad” lo que han estudiado. Esta lección es, según el decano de Medicina, Pablo Lara, la que más valoran los estudiantes. “Creo que eso es así porque, a fin de cuentas, el cadáver es su primer paciente”, afirma Smith.
Además del cuerpo, también trabajan con restos óseos, donados normalmente por los cementerios municipales; y también con un libro de reconstrucciones, conocido como belorcio. Pero la realidad solo se ve en los cadáveres, que también proceden de donaciones, hechas personalmente en vida por el donante. Para que un cadáver llegue a la Universidad y sea utilizado con fines científicos y formativos, lo primero es contar con un acta de donación firmada por la persona, quien, cuando fallece, es trasladada a la Facultad en un plazo máximo de 24 horas.
Allí se procede a su conservación a través de técnicas de embalsamamiento, que consisten en sustituir la sangre por una solución de formol para conseguir fijar los tejidos desde el punto de vista histológico y se conserven tal y como son. “El proceso es el siguiente: la persona se acerca por aquí y se le recibe en Secretaría, donde se le explica los criterios de inclusión y de exclusión”, explica Smith.
El acta de donación especifica los casos en los cuales la Universidad no se hará cargo del cuerpo. Así, por ejemplo, se descartan aquellos que tienen heridas abiertas que puedan dificultar su conservación posterior, o que acaban de pasar por una cirugía sin tiempo para la cicatrización; los que están sujetos a algún proceso legal; si presentan un estado mórbido de obesidad o adelgazamiento, una enfermedad infecciosa… En cualquier caso, Smith incide en que ese acta no ata al donante, que es libre de revocar su consentimiento en cualquier momento, ya que, tal y como comenta la profesora, puede darse el caso de que una persona que decide donar su cuerpo “con afán de ayudar”, cuando pasen los años cambie de opinión “por miedo o por las razones que sea”. También insiste en aclarar que la Facultad no acepta cuerpos donados por terceros. “Tiene que venir la persona, orientada e informada, y firmar el acta. No nos vale que venga alguien diciendo que su familiar quería donar el cuerpo”, reitera. Cuando se ha tomado la decisión y firmado el acta en presencia de dos testigos, el donante recibe una tarjeta que deberá llevar consigo en todo momento.
El año pasado se firmaron 39 donaciones, la mitad eran extranjeros; mientras que en 2014 fueron 80, y en 2013, la cifra fue de 142. Smith destaca la solidaridad de estos ciudadanos que “altruistamente” ha donado su cuerpo. “Eran personas que de alguna manera quería que su muerte sirviera para algo, aunque solo sea para que no se cometan errores en la Medicina o para que la Ciencia de la Salud avance”, concluye. la profesora.
Pasos para donar el cuerpo y criterios de exclusión
Si alguien se está planteando donar su cuerpo a la Ciencia, lo primero que tiene que hacer es ponerse en contacto con el Departamento de Anatomía Humana, Medicina Legal e Historia de la Ciencia de la UMA. Cuando se tome la decisión, se necesita cumplimentar un acta de donación y firmarla en presencia de dos testigos.
El donante también tiene que saber que la Universidad no se hará cargo del cuerpo en determinadas circunstancias: si el fallecimiento ocurre fuera de la provincia de Málaga; en casos de muerte por accidente o si se necesita autopsia; cuando la defunción sea después de una intervención quirúrgica y la herida no haya aún cicatrizado o exista una lesión profunda que afecte a la vascularización de los tejidos; en casos de enfermedad infecciosa; en casos de estado mórbido de obesidad o adelgazamiento; en caso de fallecimiento debido a contaminación por productos radioactivos; cuando no se pueda asegurar su correcta conservación; por falta de disponibilidad de instalaciones en la Facultad.
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