La Universidad de Málaga encara diversas realidades en el ámbito de la accesibilidad física y las barreras arquitectónicas. Este es un problema relacionado con la antigüedad de los inmuebles. Por ello, el Campus de El Ejido es el que más quejas despierta entre los universitarios con lesión medular ya que el acceso con la silla de ruedas se restringe mucho a diversas áreas como el Aula Magna o Secretaria. Tampoco entre los propios estudiantes existe concienciación sobre el respeto en los aparcamientos para discapacitados ocupando el lugar o sin respetar el espacio. Las nuevas facultades de la Ampliación de Teatinos tienen mejor aceptación aunque la señalización y la distancia de los aparcamientos sigue siendo un problema.
A este respecto, el vicerrector de Estudiantes de la UMA, Francisco Murillo, ha señalado que «vamos a situar a mediados de noviembre puntos de información en todos los centros y facultades para facilitar que nos lleguen los problemas y sensibilizar a toda la comunidad universitaria. Será una buena forma de recoger propuestas y definir los retos para llegar a ser absolutamente accesible». Entre otras acciones, «vamos a establecer un profesor de referencia o tutor para el alumnado con diversidad funcional en cada centro y que realice asesoría académica o de otra índole», explicó el vicerrector, quien insistió en que «el curso pasado hubo 25 alumnos colaboradores y también se convocaron las becas Fundación ONCE-CRUE para que las personas con discapacidad accedan al empleo».
En este sentido, la UMA ha convocado para este curso 2016/17 la ayuda para transporte al alumnado con discapacidad. Estas becas van destinadas a compensar los gastos de transporte de los alumnos con discapacidad matriculados en la Universidad de Málaga en el curso 2016/2017 y cuenta con un presupuesto de 10.000 euros. Las solicitud debidamente cumplimentada y acompañada de los documentos pertinentes se presentarán en el Registro General de la Universidad de Málaga, en cualquiera de sus sedes (Pabellón de Gobierno en el Campus de El Ejido o Aulario Severo Ochoa en el Campus de Teatinos). Cada beneficiario obtendrá 500 euros.
También han vuelto a convocar desde la UMA este curso plazas de colaboración con alumnado discapacitados con una dotación de 25.000 euros. Estas plazas para estudiantes colaboradores se convocan con la finalidad de facilitar aquellas tareas que puedan constituir un impedimento para el estudio de las personas con discapacidad matriculadas en la Universidad de Málaga. Existen 19 solicitudes de apoyo y cada alumno colaborador deberá estar matriculado en la misma titulación, pertenecer al mismo grupo que el estudiante con discapacidad y coincidir al menos en el 50 por ciento de las asignaturas matriculadas. Recibirá 150 euros mensuales por prestar su apoyo. El plazo de solicitud de ambas ayudas permanecerá abierto hasta el día 15 de noviembre de 2016.
En cuanto a los problemas de accesibilidad física a los que tienen que hacer frente los universitarios malagueños con movilidad reducida, es clave la diferencia que existe entre las facultades más antiguas como las situadas en El Ejido y las más modernas, que han ubicado en la ampliación del Campus de Teatinos. En este sentido, Antonio Molina, estudiante de segundo del Grado de ADE, denunció que “existen problemas con el aparcamiento, porque a pesar de ser para minusválidos, muchas veces te encuentras coches ocupándolos o sin respetar la distancia para poder meter la silla”. El universitario malagueño de 19 años insistió en que “paradójicamente también me han multado porque la tarjeta se tapa un poco o de forma parcial por el salpicadero y esto implica una pérdida de tiempo absoluta en reclamarla”.
A los 14 años Antonio padeció un tumor en una costilla y en la operación sufrió un infarto medular que le provocó una parálisis de los dos miembros inferiores, a la altura de las lumbares bajas. Centrado en sus estudios universitarios, el malagueño informó de que “el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UMA no está habilitada para las sillas de ruedas y tengo que bajar los escalones haciendo caballito; luego alguien me tiene que ayudar a subir”.
Además, “el ascensor que da acceso al área de las clases tiene llave y muchas veces se estropea debido a su antigüedad; igual pasa con el acceso a secretaria, a la que no puedo llegar porque se accede a través de escaleras y en las tarimas de las cases no hay rampas tampoco”, explicó el estudiante de ADE que hizo hincapié en que “las sillas de ruedas no caben entre la mesa y la banca en las aulas por lo que tengo que pasarme de un asiento a otro con todo lo que ello supone para mi espalda”.
Por su parte, Francisco José Ruiz Martín, estudiante de Terapia Ocupacional en la Facultad de Ciencias de la Salud de la UMA, apostilla que “el aparcamiento está muy alejado de la entrada y en días de lluvia podemos ponernos empapados. Deberían estar en la puerta”. Asimismo, el malagueño, quien sufrió una caída de un árbol que le provocó una lesión medula, estableció que “el edificio tiene mala señalización en general pero para los discapacitados visuales puesto que los extintores no están debidamente acotados”.
Pero, tras haber pasado por varias zonas de Málaga, Francisco José Ruiz, reseñó que “esta facultad está bastante accesible; aquí la secretaria tiene los mostradores más bajos aunque hay un único ascensor central para acceder al resto de pisos”. Muy diferente fue la situación en la Facultad de Medicina de la UMA donde, al igual que en el Aula Magna de Económicas, “en las clases en forma de anfiteatros para hacer los exámenes siempre me tenía que quedar arriba porque no era accesible la parte baja”, especificó el estudiante de Terapia Ocupacional, quien recordó que “las veces que me quedé a comer allí tuve que entrar a la cafetería por la puerta de cocina en los aparcamientos porque no había ascensor para el restaurante; y en la ETSI de Telecomunicaciones tampoco las tarimas tenían rampa y me tenían que coger compañeros y subirme para las exposiciones”.
Según Víctor Amores, estudiante de cuarto de Psicología y ciego desde los cuatro años como consecuencia de la varicela, «hay muchas cosas en la universidad que no se han hecho pensando en la discapacidad visual como las puertas que se balancean al abrirse que existen en su propia facultad: abren y las sueltan y pueden golpearnos si vamos detrás». «En general está bastante bien pero a veces las plantas de los patios no están muy cuidadas y las ramas largas nos las llevamos por delante», señala el universitario.
Además, José Alberto Albarral Bravo, malagueño de 24 años, sordo de nacimiento por causas genéticas, es usuario de Lengua de Signos Española (LSE), su lengua materna y la primera que aprendió en su entorno familiar: «Gracias a esta lengua y a la figura del intérprete, que ejerce de puente entre ambas lenguas, signada y oral, he podido continuar en mis estudios hasta llegar al nivel universitario con las mismas oportunidades que el resto». «Estoy realmente contento con la situación que estoy encontrado ahora; si bien es cierto que todavía queda mucho que mejorar, como las barreras comunicativas por parte del profesorado y las arquitectónicas en los edificios del campus universitario», afirma el universitario.
A veces, «durante las clases el profesorado pone vídeos, películas o documentales sin subtítulos, lo que considero fundamental para poder entender los contenidos; el profesorado que imparte clases en la universidad debería tener una buena formación acerca de las personas con diversidad funcional para que estén bien preparados en el futuro y así puedan atender debidamente a todo el alumnado», enumera José Alberto Albarral que denuncia que «no existen avisos luminosos en todas las áreas de los edificios para avisar a las personas sordas en caso de incendio o de cambio de clases».
Tampoco está reconocida de forma adecuada la figura de intérprete, que posee una titulación de ciclo de grado superior. «En el caso de mi intérprete posee cinco años de experiencia además de los dos años de formación recibida durante la realización del ciclo y su remuneración, lo que le paga la empresa que ha contratado la Universidad de Málaga para cubrir este servicio, no se ajusta a las tarifas actuales de interpretación en LSE», apostilla el estudiante.
En la misma línea se encuentra María Isabel Asensi, sordociega de 47 años que cursa tercero de Educación Social en la UMA. «Necesito una guía-intérprete para acudir a clase y que las barreras de información y comunicación entre los docentes y los compañeros se vean solventadas», aclara la malagueña que incide en que «el Departamento de Discapacidad siempre me ha facilitado este servicio y me siento atendida por parte de todos; en España somos alrededor de 7.000 personas con sordoceguera y tan solo 10 aproximadamente estudian en alguna universidad».