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19 abril, 2024
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Libertad líquida

El ciudadano medio ha visto su propiocepción alterada por los sucesivos cambios en la realidad social por parte de gobiernos y multinacionales

Durante la última década, el consumo de ansiolíticos, calmantes y estupefacientes se ha disparado, así como los casos de suicidio. Hay quien tacha a nuestra generación de “haber nacido sin tragedia”, y sí, podemos decir que hemos nacido “más libres” que nuestros predecesores, pero esto no ha resultado en un mayor bienestar en términos absolutos, pues, el ciudadano medio ha visto su propiocepción alterada por los sucesivos cambios en la realidad social derivados de la industrialización, la globalización y la implantación de técnicas de ingeniería social por parte de gobiernos y multinacionales.

Hemos de partir de que esta “nueva libertad” de que dispone el ser humano actual conlleva dos aspectos vinculados entre sí; por una parte, un aumento en el sentimiento de “fuerza” e independencia, y por otra, pérdida del sentimiento de comunidad.

El “yo” como proyecto, dentro del cual el ser humano moderno cree haber roto las cadenas de la coacción externa y las coerciones ajenas, se ve sometido a nuevas coacciones, esta vez provocadas por el propio individuo, referidas al rendimiento y la optimización, no sólo en el trabajo, sino en todas las facetas de su vida.

De esta situación surge una angustia subyacente, consecuencia de la posición del individuo moderno, sometido a una presión constante por cumplir con expectativas socialmente impuestas, que conlleva una pérdida del significado de la vida, al tornarse este dudoso, ya que las relaciones humanas no son entendidas por el individuo del mismo modo en que lo hacía antes del surgimiento de la sociedad de consumo.

Nos encontramos entonces con un carácter ambiguo de la libertad; el hombre moderno posee mayor libertad positiva respecto a sus antepasados; es libre de dejar su comunidad, de romper lazos emocionales, pues el nuevo foco es el éxito personal.

La posmodernidad ha traído un cambio de paradigma respecto al concepto de libertad, puesto que, este concepto, referido a la capacidad de elegir del individuo, genera mayor coacción que el deber, pues la disciplina derivada de la potencial existencia de un resultado considerado como exitoso a nivel social, tiene una carga a nivel disciplinario cuyo contenido solo puede ser limitado por el propio individuo.

Sin embargo, es a su vez privado de aquellos vínculos que le podrían otorgar cierta seguridad o sentimiento de pertenencia. La libertad para el “individuo líquido” implica estar solo, separado del resto de personas; está asociada a un potencial sentimiento de nulidad y desamparo individual. Los cambios en las condiciones sociales originan cambios en el carácter social; dan lugar a nuevas necesidad y, por tanto, a nuevas angustias e ideas, que tienden a intensificar el nuevo carácter social y a determinar las acciones humanas; las condiciones sociales ejercen influencia sobre los fenómenos ideológicos a través del carácter.

Antonio Javier Gaitán Peña, estudiante de 4º de Derecho en la Universidad de Málaga.


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