Se considera que un paciente tiene hipertensión resistente cuando sus valores de presión arterial están en 140/90 mmHg, o por encima, y son detectados en la consulta clínica cuando el paciente está siendo tratado con al menos tres fármacos antihipertensivos, entre estos un diurético, a dosis máximas toleradas, y aun así no se consiguen bajar tales valores.
Actualmente, la prevalencia de la hipertensión resistente es de menos del 10% del conjunto de pacientes hipertensos bajo tratamiento farmacológico. En un reciente artículo, un equipo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y del Hospital Universitario 12 de Octubre, dirigido por el Dr. Luis Miguel Ruilope y la Dra. Gema Ruiz-Hurtado, responsables del Grupo de Investigación Traslacional en Hipertensión y Enfermedad Cardiorrenal y del Laboratorio Traslacional Cardiorrenal, revisan los diferentes fenotipos asociados a la hipertensión resistente, así como las actuales y probablemente futuras estrategias de tratamiento para paliar este tipo de hipertensión de alto riesgo cardiovascular y renal.
Fenotipos de la hipertensión resistente
Dentro de los diferentes fenotipos de hipertensión resistente los autores destacan la hipertensión refractaria: “la que tendrían los pacientes cuyos valores de presión arterial permanecen incontrolados a pesar de estar tomando al menos cinco fármacos antihipertensivos, incluyendo la clortalidona y la espironolactona”, explican los autores.
Además, destacan la hipertensión resistente contralada, “que sería la presentan aquellos pacientes que reciben al menos cuatro fármacos antihipertensivos y logran alcanzar unos valores de presión arterial adecuados medidos en la consulta médica”. :
Y también la hipertensión enmascarada no contralada, o la referida como MUCH (del inglés masked uncontrolled hypertension), “que la presentan pacientes que son tratados con al menos cuatro fármacos antihipertensivos, los cuales alcanzan unos valores de presión arterial adecuados medidos en la consulta médica, pero que están descontrolados fuera de ella. “Además, hay que destacar que la situación de más difícil control médico radica en aquellos pacientes que, además, presentan simultáneamente enfermedad renal crónica”.
En cuanto al esquema o guía de tratamiento antihipertensivo que se debe de utilizar en un paciente hipertenso resistente, los investigadores señalan en primer lugar utilizar la triada farmacológica de un inhibidor del sistema renina angiotensina, más un bloqueante del canal de calcio, más un diurético.
“Si después de aplicar esta triada se confirma que la presión arterial no está controlada el cuarto fármaco a añadir, sería la espironolactona como fármaco de la familia de los antagonistas del receptor de mineralocorticoides”, detallan los investigadores.
“A continuación —agregan—, si fuera necesario para llegar a alcanzar el control de la presión arterial, se añadirían un fármaco de la familia de los betabloqueantes, como el bisoprolol, seguido de un fármaco alfabloqueante, como la doxazosina, o incluso una combinación de ambos junto con la clonidina para los casos de más difícil control de la presión arterial”.
Control y hábitos de vida saludables
Los autores también destacan como importante la adherencia a esta secuencia de tratamiento, es decir, que los pacientes tomen sus pastillas antihipertensivas pautadas, así como unos adecuados hábitos de estilo de vida, ambos son fundamentales para el control de esta hipertensión de carácter resistente que conlleva a los individuos que la sufren a tener un elevado riesgo cardiovascular.
Entre los hábitos de vida saludables que ayudan en este control, se encuentran fundamentalmente tres: reducir la ingesta de sal (no más de 4-6 gramos/día), una dieta adecuada, y realizar ejercicio aeróbico diario, por ejemplo, caminando a marcha rápida, lo cual favorecerá a mantener un índice de masa corporal adecuado.
Por último, los investigadores señalan otra de las opciones clínicas que se aplican en pacientes que son hipertensos resistentes. Se trata de la denervación renal, una nueva técnica que conlleva la desactivación por radiofrecuencia de la enervación del sistema nervioso simpático en las arterias renales, con lo que se consigue disminuir su actividad y, por tanto, bajar los valores de presión arterial.
“Ésta técnica, aunque aún se encuentra en estudio, ha demostrado resultados muy alentadores, tanto en la reducción de los valores de presión arterial, así como en el número de fármacos que un paciente hipertenso especialmente resistente está obligado a tomar”, concluyen los autores.