Entrar al Aula de Debate de la Universidad de Málaga cambió mi vida. Desde la adolescencia siempre cuestionaba el mundo que me rodeaba y me chirriaban las expresiones como: “Es lo que hay”, “Es lo normal”. Me sentía seguro cuando una vez a la semana tenía la asignatura de Valores Éticos y me dedicaba a razonar con el profesor mis críticas en los dilemas morales que planteaba. Llegando al final de la ESO descubrí una asignatura maravillosa llamada Filosofía. Actualmente tengo 19 años y estoy en segundo de carrera en el Grado de Filosofía.
El hombre responsable de mi amor por la filosofía se llama Conrado Herraiz, quien fue mi querido profesor de filosofía en el instituto en 4 de la ESO, en el instituto IES Universidad Laboral Nº1 de Málaga, y que anteriormente me había impartido tanto Valores Éticos como Ciudadanía en cursos anteriores. Al elegir filosofía en bachillerato no me la impartió Conrado, pero la profesora que asignaron a mi clase, Teresa López, también me descubrió nuevas perspectivas de reflexiones sobre el mundo en sus clases que recuerdo con gran cariño y afecto.
Por último, no puedo quedarme sin mencionar dentro de quienes me influyeron a luchar con la palabra, al profesor que más he admirado por su forma de enseñar. Luis Gabriel David es su nombre y me impartió tanto Lengua y Literatura Castellana como Literatura Universal. Lo considero un mago de la comunicación. Adaptaba cualquier lección de forma impresionante, con un toque de diversión pero siempre manteniendo la autoridad, lo considero el mayor ejemplo a seguir como profesor, siempre dispuesto a ofrecer las herramientas a sus alumnos para sacar mejores notas y preocupado por ofrecer la mejor enseñanza a su aula, o como él lo llama: Templo del Saber.
Cuando empecé en la universidad, durante los primeros días, llegó un estudiante de 4º de la carrera de Filosofía para hablar sobre el aula de debate de la universidad. Se trataba de quien se convertiría en mi formador al inscribirme en el aula, Darío Sánchez. Una anécdota divertida fue que estuve a punto de no unirme porque no me fijé en que había que inscribirse por correo electrónico y pensaba que tan solo tenía que acercarme en la inauguración para apuntarme. Por suerte se quedó una plaza libre y pude entrar.
Semanalmente se imparten formaciones a diario entre los miembros del aula y gracias a la diversidad de estudiantes de distintas carreras se vuelve un espacio muy enriquecedor de conocimiento. Estoy muy agradecido a mi aula pues en esta he conocido a grandes amigos con grandes intereses en común por la palabra. Hay dos amigos en especial que además están en mi curso de la carrera con los que más hablo de filosofía y debate. Santiago Murcia y Jaime Cabrerizo. Podemos hablar horas y horas, reforzando nuestros argumentos y siempre esforzándonos en mejorar. Y respecto a tres amigas que solo he conocido dentro del aula y siempre me han animado a seguir luchando pese a mis derrotas pasadas son Aitana Ferrero, Lucía Urrestarazu y María José Lara.
El III Torneo de Debate de la Universidad de Barcelona me demostró una idea en la que siempre he tenido fe. «No importa cuanto fracases ni que tantos errores cometas, la clave está en no rendirse, debes superar tus límites». Esta idea combina todos los mensajes de esfuerzo y superación que han influido en mi desde la adolescencia. No destacaba en ningún campo pero cada vez que veía anime, estas enseñanzas del esfuerzo, aprender de tus errores y nunca rendirme me motivaban a seguir mejorando.
Dentro del circuito de debate hay distintas categorías, en la mayoría de torneos suele distinguirse entre oradores novatos y oradores open. Las reglas para considerar a un orador novato pueden variar en función del torneo, pero por lo general los oradores novatos son aquellos que llevan menos de un año compitiendo en el circuito y un máximo de cinco torneos participando como debatientes. Por suerte era justo mi quinto torneo como debatiente y me despedí de esa categoría por todo lo alto. Este torneo no era solo de novatos, se enfrentaban los equipos de ambas categorías pero por un lado estaba la final novata y por otro lado la final open.
En los torneos del circuito se participaba en equipos de dos oradores y los debates eran entre cuatro equipos a la vez simulando los debates del Parlamento Británico con bancadas, una que simulaba un Gobierno y otra una Oposición, y a su vez se dividían en cámaras altas y cámaras bajas. Por ello el formato de debate se llama BP (British Parliament). Mi compañero de equipo era Francisco Miguel Rojas, un querido amigo al que también agradezco al aula haber puesto en mi camino. En los torneos de BP por lo general hay seis rondas clasificatorias, una semifinal y una final open y una final novata.
Durante el torneo viví una gran emoción en cada debate pues se notaba el esfuerzo de todos los equipos en presentar los mejores argumentos. Con un gran esfuerzo logramos llegar a la final novata. Un momento muy feliz fue cuando hubo una ronda en la que me juzgaba un hombre llamado Luis Felipe García, reconocido en el circuito por sus logros en múltiples torneos y fue la primera figura de autoridad en debate fuera de Málaga que conocí. Él me conoció cuando yo era muy novato y apenas tenía calidad argumentativa. Meses después me juzgó en una ronda del torneo, la cual gané con diferencia y se acercó a decirme que había tenido una mejora suprema en mi calidad argumentativa, me emocionó mucho el comentario y me sentí muy orgulloso de mi esfuerzo. Me llevé una gran lección de esa final. Puedes ser el mejor orador de una categoría y aún así seguir teniendo derrotas. Lo cual ocurrió, pues aunque mi media de puntos en debate indicaba que era el mejor orador novato, el ganador de la final novata no fue mi equipo sino uno de Valencia.
Me hubiera gustado despedirme como novato siendo mejor orador novato y además equipo campeón novato del torneo pero siento que así no me confiaré y me seguiré esforzando pues esa cicatriz siempre quedará en mí para recordarme que nunca hay suficiente esfuerzo y que aún puedo crecer más.
Sentí la verdadera satisfacción al ver como mi esfuerzo fue recompensado, me sentí feliz de poder afirmar que aunque empieces fallando y sin ningún talento, puedes llegar lejos si te esfuerzas en tus sueños.
Tener el diploma de mejor orador y no el de equipo campeón novato fue lo que me sorprendió al tener la esperanza de ganar después de ser considerado el mejor. Aún así como antes señalaba, me quedo con la cicatriz que me recordará que debo profundizar más en mis caracterizaciones, argumentos, refutaciones… Encendió aún más mi llama de superación personal.
Pese a todo, me siento muy orgulloso de mi mismo, y me hace feliz pensar que ese yo de hace un año, ese José Tomás Sánchez que entró en el aula sin la seguridad de tener talento pero con el deseo de ser mejor, haya sido capaz de demostrar que pudo superar sus límites y despedirse por todo lo alto de la categoría de novato en el circuito.
Me hizo feliz la llegada de felicitaciones de mis amigos, mis padres y hermano, mi tío que me pregunta mucho por mis estudios y en especial mis abuelas y mi abuelo que siempre me preguntan por “eso que hago del debate donde hablo muy bien” y confían en mi esfuerzo. Pero sin duda, donde más realizado me sentí fue al leer mensajes de felicitación y admiración de novatos de la última generación hasta la fecha que había en mi querida aula a quienes había inspirado a ser mejores, confío en que llegarán muy lejos y daré todo mi apoyo formativo en su crecimiento. Todos podemos florecer con esfuerzo en este mundo y
enriquecernos.
Considero la experiencia del torneo muy enriquecedora y que esforzarse en el mundo del debate merece la pena. Es muy necesaria la adquisición de habilidades argumentales para la sociedad pues sino el riesgo de caer en falacias es enorme. Además compensa con las herramientas que se adquieren y con la gran cantidad de gente diferente que conoces y el enriquecimiento que ganas de ello.
La sociedad necesita más pensamiento crítico y este se logra a través del mundo del debate, del mundo de las argumentaciones y las refutaciones. La expansión y sofisticación de ideas se da a través de la práctica de los razonamientos.