El incendio de Sierra Bermeja en la provincia de Málaga ha arrasado 9.670 hectáreas, movilizado a más de 2.500 vecinos de sus casas y creado un desastre medioambiental, humano y social. Además de las lecciones aprendidas para un eficiente control de un incendio de sexta generación, o la importancia de crear programas de prevención, urge una educación en todos los ámbitos, también en el universitario, que contribuya a un mayor conocimiento y cuidado de la biodiversidad. Las consecuencias de una buena o mala educación medio ambiental se sienten y se van a sentir en nuestras empresas, trabajos, sistema sanitario, económico… ¿Acaso hay alguna profesión o carrera que no tenga algún aspecto en relación, en última instancia, con el Medio Ambiente? Por ello, las carreras deben estar cada vez más alineadas con los pactos verdes de Naciones Unidas y el 2030 que marcan objetivos medioambientales, energéticos y climáticos.
Se trata de una llamada no sólo a las administraciones y universidades para que pongan en marcha programas relacionados con el cuidado y el cambio climático sino también a cada universitario, profesor y personal no docente para que contribuya desde su lugar a una mayor sostenibilidad. Proyectos de investigación, emprendimiento, debate, análisis, crítica… Centrados en nuestro entorno natural derivarán en beneficios para todos. La calidad de la educación superior también esta relacionada con el abordaje del desafío climático para que la universidad sea un factor de suma importancia en el avance de cambios globales, políticos, sociales, económicos… No se puede pedir menos a la universidad del presente ni del futuro.