El panorama político trae portadas para todos los gustos. Tras las elecciones generales la distribución de diputados y diputadas dio sustos a los dos lados del espectro político y, mientras se escuchan las trompetas del juicio final, desde las universidades siguen esperando resultados reales.
El primer paso lo ha dado la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas. La CRUE ha emitido un comunicado solicitando que las Universidades sigan manteniendo un Ministerio propio junto a Innovación y Ciencia. La cartera que trabaja las áreas universitarias ha ido rondando de institución en institución, sirviendo de estandarte político cuando ha hecho falta hacer gala del compromiso con la educación.
Con la última disposición parecía que todos estaban contentos. La universidad legitimaba su espacio unida en el mismo Ministerio a la producción científica y a la innovación social. Sin ella no existen las otras dos, aunque su nombre quedará relegado al último puesto. La CRUE lo presenta en datos: en la Universidad es donde se produce casi el 70% de la Investigación. Trabajos que ofrecerán los resultados destinados a mejorar la vida de todos. Además, son los campus universitarios los que impulsan el de la Agenda 2030, así que ¿si no es a través de las universidades cómo se innova en España?
Por ahora parece que en estos primeros tiempo de pactos hay un compromiso por mantener e incluso reforzar la actual estructura ministerial. Pero las palabras se las lleva el viento y hacen falta promesas para que al final quede dinero para sufragar la inversión, que no gasto, que supone apostar por el conocimiento. Tiempo de dudas y esperanzas, donde la única realidad que podemos observar es que España sigue a la cola de innovación, que nuestros científicos y científicas prefieren ir a otros países a desarrollar sus carreras y que la plantilla española envejece a pasos agigantados. Sin Universidad no hay ciencia, sin ciencia no hay innovación y sin esta última, España no avanza.