Finalmente el mes de junio ha llegado a su fin. Seguro que es un gran alivio para todos los universitarios que han tenido que hincar los codos hasta el último día mientras algunos de sus amigos o compañeros, de otras carreras o de la misma, daban por finalizado el curso –a la espera de las notas definitivas- para dar comienzo a las vacaciones de verano. Un mes completo recluidos y estudiando del que, si fuese posible, los sufridos estudiantes se despedirían como lo hacía Pedro Picapiedra en la cabecera de su serie animada, Los Picapiedra, al oír la bocina que daba por acabada su jornada laboral; deslizándose por la cola de su ‘dinogrúa’ y cayendo en el troncomóvil al grito de ‘yaba-daba-du’ camino de la libertad –una referencia que, posiblemente, muy pocos pertenecientes a la actual generación universitaria hayan visto en su infancia-.
Una libertad académica que, en el caso de los más ‘veteranos’, puede ser el fin de su etapa de estudio y les haga plantearse una pregunta que, la gran mayoría, se habrá hecho al acabar la carrera: ¿y ahora qué? Esta incógnita en numerosas ocasiones se responde ampliando los conocimientos ya adquiridos a través de un segundo ciclo –o máster-, otras veces deriva en la entrada al mundo laboral; y en ocasiones como las de Aleksandra, Kevin y Agata, se responde mediante una mezcla de ambas, la formación y el empleo, pero en el extranjero a través de una beca Erasmus+ Prácticas.
En su caso son tres veinteañeros, ellas procedentes de Polonia y él de Francia, que actualmente trabajan a través de este programa de prácticas internacional en el Laboratorio Analítico Bioclínico (LAB) ubicado en el Parque Científico-Tecnológico de Almería (PITA). Una oportunidad con la que cada uno de ellos verá beneficiado muy gratamente su Curriculum una vez finalizado este periodo; pues la experiencia laboral, y más si es en el extranjero, es un gran reclamo para las empresas.
Casualmente, en el momento de charlar con ellos para escribir posteriormente estas líneas, en el caso de Aleksandra no era su primera vez en España trabajando –por lo que mostraba un muy buen nivel de español y el conocimiento de varias de nuestras costumbres-. Kevin llevaba un par de semanas en Almería, tras pasar unos meses en Ciudad Real realizando la primera parte de sus prácticas –de modo que su dominio del idioma era fluido-. Y en el caso de Agata, apenas llevaba una semana ya no sólo en Almería, sino en España, motivo por el que su español se reducía a menos de diez palabras, a las que a día de hoy seguro que ha sumado ya un gran número de vocablos. En resumen, tres jóvenes con distintas experiencias que, habiéndose lanzado a la aventura internacional del empleo, ofrecen tres puntos de vista distintos –con muchas similitudes entre ellos- en lo relativo a hacer la maleta y salir al extranjero a probar una alternativa diferente que responda ese ‘¿y ahora qué?’.
Los motivos
Por lo general, a la hora de elegir el lugar donde se quiere vivir una aventura como la de trabajar en el extranjero, lo que prima es seleccionar el destino en base al idioma que se quiere aprender o perfeccionar. En este sentido, los motivos pueden ser muy diversos, como en el caso de Aleksandra, a quien tras varios periodos aquí le encanta el ambiente, la cultura y, sobre todo, las tapas; o Kevin, al querer mejorar su español y, obviamente, España le queda más cerca de casa que cualquier país de Latinoamérica. Decisiones que, en casos así, buscan mejorar algunas de nuestras capacidades, o en el caso de Agata, además de aprender algo nuevo –cultura, idiomas, etc.- las impulsa una búsqueda personal de “buscar mi sitio”, pues en su caso, tras vivir en otras ciudades extranjeras, ha venido a España para saber si es su lugar.
Por supuesto, a la hora de realizar una estancia en el extranjero, ya sea para estudiar o trabajar, los idiomas son importantes aunque no determinantes a la hora de lanzarse al vacío. Cada uno de ellos habla, al menos, dos idiomas más su lengua natal, y aunque Aleksandra y Kevin sí hablaban español antes de llegar, Agata sólo conocía algunas palabras sacadas de canciones. Un factor que, aunque su ausencia o falta de conocimiento dificulte la tarea una vez llegado al destino, no es indispensable para dar el primer paso pues todo se aprende. Y es que, tal y como aseguran los tres, hacer prácticas es un extra que aporta mucho valor al Curriculum, sobre todo si son fuera de tu país, pues tal y como comenta Kevin
“Ofrece capacidad de adaptación y saber vivir en otro país, algo que las empresas valoran al saber que tienes disponibilidad para moverte y viajar”.
Una nueva realidad
Vivir en el extranjero, ya sea para estudiar o trabajar, siempre es un cambio que genera dudas antes de dar el salto; sobre todo cuando no se conoce el lugar de destino ni se tiene contacto con nadie local. Los primeros días, los de adaptación, pueden ser difíciles y agotadores aunque, por lo general, la gente suele ser amable y comprensiva a la hora de echar una mano o dar ciertas indicaciones o información cuando se necesita. Quizá, en estos primeros días, es cuando más choques culturales se experimentan al desconocer las costumbres y horarios, sobre todo en cuanto al ámbito gastronómico respecta; pues en España tenemos unos horarios al margen del resto de países europeos en cuanto a las horas de comida se refieren, o en el tipo de comida y recetas.
Sin embargo, “con toda la tecnología, como Skype y demás, no es tan difícil estar lejos de casa”, comentaba Aleksandra a la par que sus compañeros le daban la razón. Como es lógico “se echan de menos cosas como la comida y alguna que otra cosa”, aseguran, pero en cuestión de familia y amigos, aunque no los tengan al lado, Internet y las nuevas tecnologías les permiten estar en contacto permanente, lo que ayuda a sobrellevar estas situaciones. Y a su vez, facilita también la toma de decisiones en cuanto a la opción de, si se diese el caso, quedarse en el país de destino trabajando una vez acabadas las prácticas.
En este sentido, tras mantener una conversación con estos tres jóvenes aventureros que dejaron sus hogares –por un tiempo- para vivir la experiencia de trabajar en otro país con la intención de mejorar su nivel de español, aprender vocabulario técnico de su profesión, conocer gente, culturas y viajar; lo que tienen realmente claro es que, sin duda alguna, es algo que “hay que hacerlo por lo menos una vez en la vida”. Y es que “siempre es positivo por el idioma, la experiencia cultural y en el trabajo”, asegura Aleksandra mientras Agata insiste en que
“Es mejor ir que quedarse, es una nueva experiencia personal y profesional que te permite conocer nuevos lugares, personas y culturas. Si no lo pruebas nunca, no sabrás si es bueno o no para ti”.
De este modo, a todos aquellos que se estén pensando esta opción una vez acabados sus estudios, les recomiendan “buscar cualquier información que vean relevante para una vez aquí sentirse bien”. Para ello, en cuanto a la relación con la empresa destinataria, lo ideal es preparar algunas preguntas previas y “saber si es lo que buscas antes de ir”, conocer un poco la zona y la cultura pero, en palabras de Agata, “recomiendo ir, sin duda”. Por ello, Aleksandra aconseja “hablar de las condiciones con la empresa porque a veces la cuantía económica sólo de la beca no es suficiente”.
Por tanto, lo más sensato a la hora de solicitar una beca Erasmus+ Prácticas –o cualquier otra ayuda de movilidad internacional-, es informarse de los precios y el ritmo de vida o los alquileres, por ejemplo. Algunos se preocuparán por las costumbres, otros por los precios, otros por la gastronomía, pero “lo importante es informarse”, remarca Kevin; quien propone que “pueden consultar las web de embajadas u oficinas de relaciones internacionales entre países”.