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29 marzo, 2024
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“Cuando somos jóvenes vamos a la universidad a aprobar, en edades más avanzadas, vamos a aprender”

Juan Jesús Gutiérrez es natural de Pegalajar (Jaén) tiene 46 años y recibió el pasado mes de noviembre el Premio Nacional Fin de Carrera de Educación Universitaria, de manos del ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque. Estos galardones aspiran a reconocer a los estudiantes más brillantes, concediendo un total de 171 reconocimientos referentes a diversas áreas y titulaciones académicas, y repartidos en tres categorías, primer premio (3.300 €) segundo (2.650€) y tercer premio (2.200). Concretamente el egresado de la Universidad de Jaén ha obtenido el tercer premio con su reciente licenciatura en Ciencias del Trabajo. En esta entrevista Gutiérrez relata la evolución que ha apreciado tanto en la UJA como en la vida estudiantil jiennense desde que entró en la universidad por primera vez, en los 90 para estudiar Empresariales, hasta la actualidad, cuando acaba de licenciarse con uno de los expedientes más brillantes de España.

Dado que has cursado estudios universitarios en la UJA en dos ocasiones, la primera en los 90 y la segunda recién concluida, ¿cómo ha cambiado el campus en este tiempo?
El cambio que se ha producido en todo este tiempo ha sido descomunal. En el año 1991 Jaén no tenía aún universidad propia, sino que dependía de la Universidad de Granada. Fue precisamente en el año 1993 cuando se creó la UJA, y a partir de ese momento la evolución fue imparable: nuevas titulaciones, nuevas infraestructuras, más alumnos… Se puede decir que en el año 96 dejé una Universidad recién salida del horno y me la he encontrado en plena etapa de madurez, asentada en el tejido empresarial de la provincia, y reconocida en todos los ámbitos: social, académico, económico e institucional.

¿Han evolucionado las inquietudes de los estudiantes en este tiempo?
Por supuesto que han evolucionado. En mi primera época de estudiante el objetivo principal era finalizar la carrera y encontrar un puesto de trabajo lo antes posible, sin más. Actualmente, y dados los altos índices de desempleo entre la población juvenil, hace que la cosa sea mucho más complicada. Ya no basta finalizar el grado. Ahora necesitas hacer un máster, tener idiomas y si además has estado de Erasmus, mejor que mejor. Hay, en definitiva, una mayor competencia para acceder al mercado laboral. Ya no vale sólo con aprobar; debes ser el mejor, lo que hace que el nivel de exigencia y estrés entre los jóvenes se acreciente.

¿Qué supone para ti haber obtenido este premio y haberlo recibido de las manos del ministro Pedro Duque?
Para mí ha sido todo un privilegio y un honor el recibir este premio dándose, además, la circunstancia de ser el único alumno de la Universidad de Jaén en ser galardonado en esta convocatoria. Sinceramente no me lo esperaba. El hecho de recibirlo de manos del ministro Pedro Duque ha supuesto una doble satisfacción. Por un lado, el hecho en sí de ser reconocido como uno de los mejores expedientes académicos del país ya supone por sí mismo un motivo de orgullo. Por otro lado, el recibirlo de manos de un ministro que representa los valores de que más deben estar presentes entre los alumnos de la universidad (esfuerzo, constancia, inquietud) y que además es todo un referente a nivel internacional en el ámbito de la ciencia lo hace aún más valioso si cabe.

¿Por qué elegiste los ámbitos de estudio de Empresariales , primero, y de Ciencias del Trabajo, después?
Pues, aunque suene como un tópico, por casualidades de la vida. Efectivamente mi primera titulación fue la Licenciatura en CC. Económicas y Empresariales. En esa época tan convulsa de la juventud, en la que es muy difícil tener una idea clara de lo que quieres hacer, pensé que el mundo de la empresa podría ser una buena salida profesional, y no me equivoqué. En poco tiempo encontré un trabajo relacionado con mi formación. Sin embargo, durante los años 2008 y 2009, la crisis económica azotó de lleno a mi empresa, y se empezó a hablar de articular una serie de medidas para intentar revertir esta situación. Entre dichas medidas se decidió poner en marcha un mecanismo que hasta entonces era casi desconocido: el ERE. Prácticamente nadie de los que estábamos en el departamento de administración sabíamos cómo se ponía en funcionamiento, ni que documentación se debía aportar, ni qué modalidades ofrecía esta medida. Es por ello que decidí empezar a estudiar primero Relaciones Laborales y seguidamente Ciencias del Trabajo para intentar formarme en este ámbito. Convertí una amenaza en una oportunidad.

¿Consideras que la Universidad de Jaén te abrió en ambas ocasiones (en los 90 y ahora) la puerta de acceso al mercado laboral?
Totalmente. Como ya he comentado anteriormente, los estudios de Empresariales supusieron la llave de entrada al mercado laboral. A partir de ese momento, y no sin grandes esfuerzos, conseguí un puesto de trabajo relacionado con mi formación académica. Con los estudios de Relaciones Laborales y Ciencias del Trabajo conseguí hacerme fuerte en mi puesto de trabajo, ya que era la única que persona que conocía la normativa, procedimiento y tramitación de la documentación relacionada con los Expedientes de Regulación de Empleo. Podemos decir, en definitiva, que la primera titulación me abrió las puertas del mercado laboral, y con las siguientes conseguí asentarme en el mismo.

En tu opinión, ¿cualquier edad es buena para acceder a los estudios universitarios?
Efectivamente. Es más, me atrevería a decir que es incluso recomendable cursar, en la medida de lo posible, alguna titulación a una edad más madura. Los resultados y el aprovechamiento que se tiene en esta edad nada tienen que ver con los resultados que se hayan obtenido en la época juvenil. Y la razón es muy simple: Cuando somos jóvenes vamos a la universidad a aprobar, y cuando cursamos titulaciones a edades más avanzadas vamos a la universidad a aprender.

De tu etapa como estudiante, ¿qué es lo que más te gustó y lo que menos de la Universidad de Jaén?

De mi época de estudiante en Jaén guardo recuerdos muy gratos. Muchos de mis mejores amigos los conocí en esos años y, además, guardo muy buena relación con los profesores, sobre todo de esta segunda época. De la UJA me quedaría con la frescura que transmite. No olvidemos que estamos ante una institución joven, aunque este año cumpla sus bodas de plata. Pese a esa “juventud” se ha consolidado y ha asumido perfectamente su rol como uno de los motores del desarrollo de la provincia, sobre todo en materia de I+D+i. Cada vez se habla más de los exitosos proyectos que se desarrollan en el seno de sus instalaciones.

Como punto negativo, destacar un elemento que no comparto en absoluto con la política seguida no sólo en la UJA, sino en todas y cada una de las Universidades españolas. Me refiero a la falta de formación pedagógica del profesorado. La actual configuración del sistema de acceso a los distintos puestos dentro del profesorado universitario hace que se le dé máxima importancia a la parcela investigadora y científica y muy poca, por no decir nada, a la pedagógica. En mi opinión, un buen profesor no es aquel que más sabe o publica más artículos y libros dentro de su ámbito de conocimiento. Para mí un buen profesor es aquel que sabe transmitir a su alumnado esos conocimientos, aquel que sabe “enganchar” a sus alumnos y alumnas en las asignaturas que imparte, aquel que hace atractiva una determinada materia.


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