El Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de Granada ha desarrollado un procedimiento capaz de medir determinadas emociones en función de los cambios de temperatura corporal, cuantificados con una cámara termográfica. Entre ellos, el amor. Debido a las alteraciones fisiológicas que produce este sentimiento, como sudoración o variación del flujo sanguíneo, determinadas zonas del cuerpo incrementan hasta en uno o dos grados su temperatura.
En un estudio con 60 personas este grupo de investigadores de la UGR, liderado por los profesores Emilio Gómez y Francisco Tornay, ha elaborado el «mapa térmico del amor». Para ello se han servido de los rayos infrarrojos, una técnica que ya se ha utilizado en Medicina con pacientes de Parkinson o diabetes. «Empezamos desde hace años a aplicarlo en Psicología», ha explicado Emilio Gómez en declaraciones a Aula Magna. «Lo que descubrimos, es que las emociones alteran el mapa de la temperatura corporal».
Con respecto al amor, «cuando una persona tiene un sentimiento amoroso aumenta su tasa cardiaca, aumenta la sudoración, hay toda una serie de cambios en el sistema nervioso que hacen que llegue más o menos sangre a ciertas partes del cuerpo». Esto hace que varíen las temperaturas, un cambio que queda registrado gracias a la cámara termográfica. En concreto, ‘The mental and subjective skin: Emotion, empathy, feelings and thermography’, como se llama el artículo científico que incluye los resultados de la investigación, «las mejillas, los alrededores de la boca, las manos, el pecho y los genitales» son las zonas que mayor variación experimentan ante el amor.
Como ha detallado el profesor Gómez, perteneciente al Departamento de Psicología Experimental de la UGR, los sujetos del experimento han sido «estudiantes que hubieran empezado una relación amorosa recientemente». A través de unos cuestionarios midieron si su relación es «más pasional, sexual o incluso tiene más componente de compromiso social». Entre todos, eligieron a quienes tenían «un amor más romántico».
Tras aclimatarse a la temperatura durante 20 minutos, desnudos, les pusieron frente a fotografías con sus respectivas parejas, y luego visualizaron otras de amigos y familiares, mientras se les registraba con la cámara. La diferencia de temperatura entre ambas tandas de imágenes certificó si la persona estaba enamorada o no. “La termografía nos indica que la pasión sube la temperatura a nivel de manos y cara, mientras que la empatía la baja, sobre todo en la nariz. Es como si la pasión fuera un acelerador que encendiera nuestro cuerpo y la empatía, un freno de la activación”, detalla el profesor Emilio Gómez Milán.
En la actualidad, este grupo científico investiga a través de la técnica ‘cold stress test’ o prueba del agua fría. La mano dominante, izquierda o derecha, se introduce en agua a cero grados durante un par de minutos. Tras secarla, comienza la grabación con cámara térmica a lo largo de seis minutos, tiempo medio en el que se recupera la temperatura de una persona sana. El equipo de Emilio Gómez y Francisco Tornay ha demostrado ya que en el caso de los enamorados, la recuperación térmica se acelera y es completa a los cuatro minutos. Por contra, cuando han expuesto a los jóvenes a imágenes que generan ansiedad se ha demorado la recuperación térmica.