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18 febrero, 2025
AndalucíaEditorialOpinión

Un minuto de silencio

El mes de marzo de 2016 será recordado como un mes de silencio. Un minuto por tantas víctimas inocentes que se han visto involucradas en unos acontecimientos  de los que no son responsables. Vidas truncadas por una lucha sin sentido que llega hasta nuestras calles sin poder dar la oportunidad de usar la palabra contra ella.

El pasado martes 22 de marzo Europa se conmocionó ante el nuevo atentado que se cobró la vida de 35 personas, entre las que se encontraban los tres terroristas. Tan solo unos días después, el 27 de marzo, otras 72 personas fallecían  en Pakistán en las mismas circunstancias. Turquía sufrió siete muertos el jueves 31 del mismo mes.

Las universidades públicas nacieron con el objetivo de acercar la educación y el conocimiento a toda la ciudadanía por igual. La igualdad parece ser el problema al que se enfrentan los regímenes totalitarios a la hora de expandirse, sin entender que frente al terror la respuesta que damos es unirnos más como uno solo y usar la palabra.

Un minuto de silencio es solo un símbolo de condolencia, una muestra de respeto y homenaje a aquellos que sin ser responsables sufren las consecuencias de los que no consideran que la palabra sea la única arma válida. Es una forma de situarse ante la brutalidad mostrando entereza y con la actitud propia de una sociedad democrática.

El periodo de vacaciones de Semana Santa no  supuso ningún problema para congregar ante las puertas de las instituciones a los rectores y equipos de Gobierno que, junto a numerosos estudiantes y profesores, para guardar este silencio en recuerdo de las víctimas, independientemente de su lugar de origen.

Una muestra de cómo la universidad debe seguir luchando y formando a la población para que la democracia y la igualdad sean los valores que defiendan las próximas generaciones. No se puede permitir una ciudadanía que no acceda al conocimiento, pues la falta del mismo deriva en la tiranía y la barbarie.

Solo a través de una sociedad formada en su historia y en los valores democráticos se puede luchar contra aquellos que quieren imponer su ideología. La historia se repite y recuerda lo que no se debe olvidar. La barbarie arrasa con todo aquello que huela a conocimiento. Destruye museos, elimina monumentos y suprime el derecho a la formación. Así, la mejor arma contra el terrorismo es la educación. Esta debe ser la premisa que abanderen las democracias y, como formadoras de las mismas, las universidades tienen que pugnar por que  el conocimiento llegue a todos. Impedir que la ciudadanía acceda a las instituciones académicas solo acarreará fundamentalismos, los cuales conllevan actos que avergüenzan al conjunto de la humanidad.

España y sus universidades no deben permitir que la barbarie llegue a sus puertas, y para ello debe fomentar el conocimiento de la misma. Todo ello se suma a la crisis migratoria, cuya falta de comprensión inunda de miedo. Los enemigos no llegan en patera ni cruzan a pie fronteras, los causantes del daño no tienen problemas para acceder a los centros de poder.

Todavía estamos a tiempo de comportarnos de una manera universitaria y reflexionar sobre lo que está sucediendo, atacando con la espada del conocimiento y defendiendo con los valores democráticos. La universidad debe ser adalid de esta lucha y defender a los débiles, mostrando quienes son las víctimas y quienes los verdugos, pues en ella se forma el respeto y el juicio.

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