En un mundo cada vez más consciente de la importancia de la igualdad de género, las universidades tienen un rol crucial. La educación superior no sólo tiene encomendada la formación de las personas del mañana, sino que también actúa como un microcosmos de la sociedad, un lugar donde se pueden desarrollar, probar y difundir prácticas inclusivas. En este sentido, las universidades deben ser vértices de acción y reflexión en la búsqueda de un equilibrio efectivo entre géneros. El Día Internacional de la Mujer subraya esta responsabilidad y apunta hacia áreas específicas donde la academia puede y debe actuar.
El 8 de marzo (8M) es más que una fecha en el calendario; es un símbolo de lucha y un recordatorio permanente de la importancia de la igualdad de género. Se ha convertido en un día para reflexionar sobre los avances y los desafíos pendientes respecto a los derechos de las mujeres. En las universidades, este 8M lo hemos vivido intensamente, conscientes de que la educación es el motor que impulsa los cambios sociales hacia un mundo más equitativo y justo.
El lema que la ONU nos propone para este 2024, «Financiar los derechos de las mujeres: acelerar la igualdad», refuerza la idea de que la igualdad de género no es sólo una cuestión de justicia, sino también un imperativo económico que nos beneficia a todos. Debemos asumir, así, que, en la medida en que se multiplican las oportunidades para las mujeres, se refuerzan las estructuras de nuestra sociedad.
Como Vicerrectora de Igualdad, Inclusión y Compromiso Social de la Universidad de Almería, apuesto por observar la igualdad desde varias perspectivas: valorando y promoviendo el papel de las mujeres en todos los ámbitos, asegurando la igualdad de oportunidades y propiciando la distribución equitativa de las responsabilidades, especialmente en el cuidado. Esto último constituye, sin duda, la piedra angular que sirve de base para dar pasos firmes hacia una sociedad inclusiva.
La responsabilidad de las universidades en este camino es mayúscula. Como instituciones educativas, debemos impulsar una formación basada en valores, que, a la luz de los retos actuales y futuros, sea capaz de cimentar un terreno fértil para la igualdad. Sabemos que, siendo nosotros la última etapa en el sistema educativo, tenemos que ofrecer una perspectiva multidisciplinar, capaz de nutrirse de todas las especialidades. En nuestro caso, forjaremos alianzas con los poderes públicos que nos ayuden a garantizar y sostener este cambio trascendental.
Además, entre nuestras tareas esenciales está la formación de las personas, que una vez egresadas, serán la vanguardia en todos los sectores de la sociedad. Nuestro campus debe ser testigo de la inclusión de la mujer en las áreas científicas, tecnológicas, culturales y políticas. Precisamente porque son las más jóvenes las que llevan sobre sus hombros el salto hacia ese futuro más justo y humano que construimos juntos.
El 8M, por tanto, nos recuerda el trabajo realizado en este sentido y actúa como un puente entre generaciones que ligan un pasado de luchas por la equidad con un futuro cargado de esperanzas. Como universitarios, llevamos con orgullo la antorcha de la igualdad, asegurando que nuestra voz sea la chispa que encienda el cambio en cada rincón de nuestra universidad.