Una sociedad que dé la espalda a la educación y a la formación no es nada; una sociedad que no sienta como suya la universidad no es nada y, por contra, una universidad que se encierra en sí misma, sin abrirse a la sociedad, está llamada a vegetar y ser máquina de expender títulos. En esta doble dinámica es dónde yo veo el papel del Consejo Social y a ello voy a dedicar todos mis esfuerzos y de quienes conforman esta institución que ha de ser viva y sensible ante los ineludibles cambios en los que ya estamos inmersos. Si el Consejo Social no es capaz de responder a estas exigencias, más vale darle por amortizado.

Desde un sentido profundamente humanista e incluso con una elevada dosis de rebeldía, el Consejo Social debe tener cada vez más un papel decisivo como nexo necesario e inteligente entre la universidad, la economía y la sociedad malagueña. La Universidad de Málaga es, con mucho, la primera empresa de la provincia y hay que lograr, en la medida de nuestras posibilidades, que la sociedad vibre con su universidad, la sienta cercana y forme parte de su esencia. Pretendo, además, que el Consejo tenga presencia activa en la provincia, con proyectos claros y viables y como objetivo inmediato, que recojo de mi antecesor el senador Antonio Morales, la puesta de largo de la excelente y asombrosa exposición de Eugenio Chicano y sus 32 cuadros de paisajes de Andalucía.
A estos asuntos quiero dedicar mi esfuerzo, contando con el apoyo y eficaz trabajo de los consejeros que constituyen el Consejo y en estrecha colaboración el rector de la UMA, José Ángel Narváez, que ha demostrado tener una especial sensibilidad por el Consejo Social y el papel social y humanista de esta institución.
Por Juan de Dios Mellado
Presidente del Consejo Social de la Universidad de Málaga