En 1998 se firmó una declaración que hoy suscriben casi 50 Estados con la intención de armonizar sus sistemas de educación universitaria y hacerlos más acordes con las demandas del mercado laboral. Se trata del archiconocido Plan Bolonia, del que España forma parte.
Una de las principales metas, aunque no la única, de este ambicioso plan era que los egresados universitarios no se adentrasen en la vida laboral meramente con un puñado de conocimientos teóricos recitados de memoria; sino que, además de conocer la teoría, adquirieran destrezas prácticas. Ello con la intención de que los futuros abogados sepan redactar una demanda, los futuros empresarios puedan hacer un plan de negocios… en definitiva, que, sin perjuicio del aprendizaje durante su profesión, el universitario sea capaz de desenvolverse en un empleo real; en un mundo laboral que evoluciona a una gran velocidad y que, especialmente ahora, depende de videoconferencias, trabajos a distancia, almacenamiento en la nube…
Pero para que la Universidad fomente que sus estudiantes empleen estos medios, antes habrá de manejarlos ella misma. En este sentido, algo que está poniendo de relieve esta crisis es que a la Universidad aún le falta mucho camino por recorrer. Y, las situaciones que se están viviendo en las “aulas” virtuales, ponen de manifiesto la profunda necesidad de actualización de algunos claustros.
Es cierto que muchos profesores están haciendo un loable esfuerzo por mantener la docencia dentro de una cierta normalidad, a través de clases por videoconferencia y tratando de adaptarse a las dificultades que impone la situación. Sin embargo, otros de sus compañeros simplemente han renunciado a impartir sus clases, limitándose a remitir teoría compartida en .pdf (y eso, con suerte). Aunque, ciertamente, lo triste es que puede que la docencia en persona tampoco hubiese aportado mucho más en algunos de estos casos.
Al margen de la poca consideración que estos profesores tienen de sus propias clases, visto que las consideran innecesarias hasta el punto de prescindir de ellas, ¿qué clase de formación se está dando? ¿De verdad estamos cumpliendo el plan Bolonia con memorizar un documento sin más explicación, es esto lo que necesitaremos en un futuro empleo?
Ojalá que la situación que vivimos nos lleve a reflexionar si de verdad caminamos hacia una enseñanza integral y de calidad, formando con el ejemplo a estudiantes para resolver situaciones como esta, o si Bolonia para algunos es tan solo una excusa para exigir asistencia obligatoria a una clase que poco aporta.
Por Pedro Rivera
Presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Córdoba