“Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”. Esta es apenas la única referencia a los Reyes Magos en la Biblia, pero… ¿Quiénes fueron?
Los Reyes Magos son tres figuras que forman parte de la tradición más férrea en nuestra genética cultural colectiva. Sin embargo, son muchos los interrogantes que surgen a aquel que desea indagar un poco sobre ellos. ¿Quiénes fueron? ¿De dónde venían? ¿Realmente existieron?
La tradición cristiana cuenta que los Reyes Magos fueron tres visitantes que, desde países lejanos, acudieron a Belén tras el nacimiento de Jesús de Nazaret para rendirle homenaje con tres regalos cargados de simbolismo: oro, incienso y mirra. Es esta relación de presentes la que llevaron a pensar desde un primer momento que fueron tres y no más los hombres los que fueron a adorar al Niño Jesús.
Uno de los términos que llevan a la confusión el de ‘magos’, ya que es fácil pensar en hechiceros. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en la Antigüedad, este término servía además para referirse a ‘hombres sabios’ u ‘hombres de ciencia’.
La Estrella de Belén es otro de los elementos que más llaman la atención según la tradición. Se trata del astro que guió a los Magos al lugar del nacimiento de Jesucristo. El Evangelio de Mateo menciona que los Reyes Magos vieron aparecer por el Oeste la Estrella de Belén, aunque no aclara si se trataba de un planeta, una estrella o cualquier otro fenómeno.
Según los escritos, los sabios viajaron siguiendo la estrella, y esta se detuvo sobre el lugar en el que Jesús había nacido. A pesar que es imposible que un astro marque un lugar tan concreto como un pesebre, se han sugerido diversas explicaciones sobre este hecho, resaltando que lo más probable es que el pasaje bíblico sea solo una metáfora con una buena dosis de literatura.
El devenir de la historia de la Iglesia ha venido a interpretar que los Magos fueron considerados originarios de Europa, Asia, y de África respectivamente. Sin embargo, el último libro escrito por el papa Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, ‘La infancia de Jesús’, destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.
Sin embargo, las fuentes documentales no reflejan hasta el siglo V d.C los nombres de los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. Algo a lo que también posteriormente se le une la representación de los tres continentes y razas conocidos en la época del nacimiento de Jesús y los siglos posteriores, a lo que se le une la representación de las tres edades del hombre y representantes de los tres continentes. Así, se representa a Baltasar como representante de la juventud y de África, a Melchor como hombre de mediana edad y proveniente del continente asiático y a Melchor como representante de Europa y de la edad avanzada.
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Evangelio según Mateo (2, 11)
En cuanto a los regalos, el oro puede ser interpretado como regalo regio, destinado a un rey. De hecho, en el Evangelio según Mateo se hace referencia a que los Reyes Magos llegaron a Belén en búsqueda del ‘Rey de los Judíos’ que había nacido, por lo que la faceta regia del acontecimiento estaba presente. Por su parte, la simbología del incienso hace referencia al carácter divino de Cristo, ya que en la religión judía y en las paganas, el incienso se quemaba delante de los dioses, muchas veces como sacrificio. Finalmente, la mirra, que se empleaba para embalsamar a los muertos, podría suponer un anuncio de su pasión y una alegoría de que Jesús como hombre estaría sujeto a la muerte.
De esta inmemorial tradición nace la costumbre por la que en España y en algunos países hispanohablantes los regalos de Navidad se entregan tradicionalmente el 6 de enero y son traídos por los propios Reyes Magos en sus camellos ‘voladores’, a los que los padres deben dejar un barreño con agua para que repongan fuerzas.
Cuenta la leyenda que, después de la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los halló en Saba. Allí fueron bautizados y consagrados obispos. Después fueron martirizados en el año 70 y depositados en el mismo sarcófago, restos que fueron llevados a Constantinopla por Santa Elena para posteriormente ser transportados en el siglo XII a Colonia, donde hoy reposan con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia.
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