El haz en que se despliega el ideal de la Universidad tiene un punto convergente y unitario, máximamente activo: la Universidad es forjadora y garante de la libertad. La Universidad proporciona al hombre individual y social, a la comunidad humana y a la persona, la capacidad concreta de ser sí mismo y de trascender; es decir, de imprimir una huella sobre las cosas y el hacer humano a la naturaleza cósmica, psíquica o espiritual.
La Universidad forma hombres, los hace conscientes de sí mismos y de sus fines individuales y sociale; les proporciona un conocimiento riguroso y una capacidad práctica de acción (técnica y praxis) sobre el mundo cósmico y sobre el mundo humano. Crea para el hombre una cultura, un sistema de convicciones que potencian la capacidad de su ser e imprimen sentido a sus tareas. Sumerge al hombre en una plenitud de conciencia social y lo capacita para ejercer, conforme a fines, medios y valores, la dirección de su vida comunitaria.
Con ello, la Universidad pone al hombre en condiciones concretas de libertad, lo capacita para ser sí mismo -en la intimidad personal y en su integración social- y para dominar la naturaleza y crear, bajo la rectoría del espíritu, el mundo humano.
La Universidad crea hombres capaces de servicio y de señorío, conscientes de una alta misión de servicio al bien común y dotados de un fuerte temple activo apto para el dominio de la naturaleza y para la rectoría de la vida.
La Universidad ideal forja hombres independientes de las cosas y afirmados en el trabajo. Hombres que surgen de la sociedad misma total y no de uno cualquiera de sus estratos, seleccionados en el libre juego de las capacidades y de las oportunidades, reclamados por la comunidad para formar una primera línea del trabajo que transforma la naturaleza, crea valores superiores y organiza la vida colectiva. Hombres merced a los cuales todo lo valioso de la tradición histórica arraiga en la vitalidad nueva y se proyecta a sucesivas conquistas. Hombres sin prejuicios sociales de clase, porque ellos no hacen de ninguna clase; sin prejuicios de época, porque están llamados a hacer la historia; sin temor servíl, porque se saben fuertes; sin egoísmos de grupo, porque su gloria y su personal provecho sólo se logran mediante un auténtico servicio social. :
‘La Universidad crea hombres capaces de servicios y de señorío, conscientes de una alta misión de servicio al bien común’
Esta es la Universidad que queremos, perseguida sobre la grupa voladora del ideal que ha de construir el futuro, buscada desde las raíces de una tradición cristiana y humanista, aún viviente, cuyo impulso más sano ha sido malogrado o deformado por ideologías liberalistas, totalitarias y comunistas -individualismo y colectivismo en mutua lucha- durante demasiado tiempo. La Universidad que nació antes de que surgiera el Estado moderno, de las entrañas de una sociedad cristiana, viva y libre.