Es difícil concebir un ministerio dedicado a las universidades españolas escindido del dedicado a la Ciencia e Innovación. El mismo nuevo ministro Manuel Castells ha expresado no estar de acuerdo con esa escisión, aunque ‘es lo que hay’. Y tanto, él acepta el cargo, sabiendo, como investigador, que la Academia es la sede fundamental de toda investigación de las Ciencias para que sea útil a la sociedad. La decisión del nuevo gobierno de Sánchez ha acumulado la protesta de los rectores reunidos en la CRUE, de los investigadores y docentes universitarios. Las expectativas son poco optimistas.
El sociólogo Castells es un reconocido estudioso de la Sociedad de la Información. Citar su obra, reconocimientos y universidades internacionales donde ha trabajado supera estas breves letras. Ha sido profesor del rey Felipe VI y de Daniel Cohn-Bendit, aquel ‘Rojo’ del París-Mayo-68. Su mentor doctoral fue Alain Touraine, de cuya obra es continuador. Ha estudiado la sociología urbana desde el marxismo y sus movimientos sociales. Ha planteado conceptos nuevos vinculados a la sociedad de Internet, tales como el ‘consumo colectivo’, ejemplo de la nueva forma de la lucha de clases. Desde los 80, abrazó la investigación de las nuevas tecnologías de la comunicación y su influencia en la transformación de los intercambios comerciales de la globalización. Introdujo el concepto ‘espacios de los flujos’, juntó el tiempo y el espacio en un mundo instantáneo. Su obra más difundida es ‘La Era de la Información’. Sin duda, es el ministro más sobresaliente de Sánchez. Una cosa es serlo, otra encarar un ministerio manco y con la Academia en contra.
Esta denominación en solitario, dejó de existir en 1981, donde se fusionó con Educación y Ciencias. Ahora, de cara a este pasar al pasado, Castells tiene como reto principal una nueva y actualizada ‘Ley de Universidades’. Su antecesor, Pedro Duque, se quedó en el espacio de la intención en cuanto a poner en marcha tal proyecto. Intentó convocar a los grupos políticos, CCAA y a los agentes universitarios para plantear tal reforma. Un texto legislativo para su aprobación en las Cortes, que espera ahora la diligencia del profesor Castells.
Más allá de conseguir consensos, la macro estructura nacional de la Universidad pública, trufada de las vicisitudes particulares en cada CCAA, no es pastel de fácil digestión. Castells tiene una tarea compleja. Probablemente se dé cuenta de que es más fácil desarrollar una teoría en 1.500 folios, que poner de acuerdo a todas las partes implicadas en esta macro reforma universitaria. :
La Academia española tiene una plaga persistente y endémica en la absoluta falta de financiación, especialmente para dotarla de recursos en los territorios siempre deficitarios de la investigación. Atraer talentos es una utopía recurrente; retenerlos una vana ilusión. Está el ejemplo reciente del investigador español de Cataluña, Joan Messegué sobre la metástasis, logrado trabajando al frente del departamento oncológico del Instituto Sloan Kettering de Nueva York. ¿Habría logrado eso en España? Una Academia sin investigación puntera nunca alcanzará posiciones destacadas. Castells lo sabe muy bien.
Por Carlos Pérez Ariza
@OraculoCharlie
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